Mientras la vida se apaga en la oscuridad. De repente la “oscuridad” comienza a ser nuestra compañera eterna. Llega sin avisar, cruza el umbral y se acomoda, plácidamente, aunque no queremos saber de ella. La doña, que viene de la mano del señor apagón, nos rodea por la espalda y nos susurra con sorna que estamos jodidos.
Las explicaciones poco importan ya. La paciencia se pierde cuando ves que no puedes trabajar, estudiar o respirar porque no hay electricidad. ¡Y es que con este calor infernal todo se complica aún más!
La gente está al grito en todas partes. Amigos que viven en lugares diversos andan con la retahíla todo el día y no es para menos: la vida se apaga cuando no podemos hacer las actividades diarias (o se encarece en caso de que haya planta).
En algunos sectores de la Capital la situación es crítica pero en el Cibao es aún peor, mientras en la zona del Este hasta el mismísimo obispo Jesús Castro Marte se queja: “Siempre es bueno escuchar atentos el clamor del pueblo. Higüey clama a @Edeste_RD el cese de los apagones. No abusemos de un pueblo cristiano y bueno. #NoMásApagones!”, dijo ayer en su cuenta de Twitter, la red preferida para las quejas y confrontaciones. El Gobierno debe recordar que los apagones son irritantes por naturaleza. ¡No se jueguen con eso!.