En cuatro ocasiones ha tenido que desfilar por la pasarela de la Procuraduría el suspendido director del Inposdom, Adan Peguero, quien es interrogado en torno al contrato que firmó con la empresa Mia-Cargo Group.
“El que nada debe, nada teme “, se le escuchó decir en una de esas visitas, lo que tanto puede ser una muestra de que realmente está convencido de que es inocente y no violó la ley, como de un cinismo a prueba de balas muy necesario –hay que reconocerlo– para las presentes circunstancias.
Mas lo último que lo primero, si le preguntan a un servidor, pues si está siendo investigado sobre la forma en que manejó ese cuestionado contrato ha sido porque una investigación realizada por la Dirección de Compras y Contrataciones Públicas, la Unidad Antifraude de la Procuraduría y la Dirección de Ètica e Integridad Gubernamental confirmó las irregularidades denunciadas y recomendó su inmediata destitución.
Sin embargo, el suspendido funcionario insiste en defender la pulcritud de sus acciones, a lo que tiene todo el derecho del mundo, por lo menos hasta que se le demuestre lo contrario en un juicio oral, público y contradictorio.
A lo que no tiene derecho es a comportarse como si no supiera, a esta altura del juego, que toda compra o contratación pública tiene que ser licitada para que se pueda escoger a los mejores oferentes, requisito que obvió con la empresa Mia-Cargo Group y que debe cumplir todo el que maneja dinero público desde una función en el Estado, pues se está burlando de nuestra inteligencia.
Pero sobre todo olvidando que después de ver a tantos depredadores de saco y corbata en acción, robando a diestra y siniestra, la sociedad dominicana aprendió a identificar al cojo sentado y al ciego durmiendo, y también al corrupto simulando ser incapaz de romper un plato aunque haya sido sorprendido con los vidrios rotos en las manos.