El pasado 21 de mayo se produjo la esperada renuncia de Minou Tavárez Mirabal como miembro del Partido de la Liberación Dominicana. Digo esperada, porque bastaba escuchar las declaraciones y escritos en que manifestaba su repudio al Partido en el cual militaba para comprender que era inminente su marginación de una organización política que considera podrida.
Grandes son las expectativas y retos que tiene por delante la hija de Manolo y Minerva, a quien hemos observado desde jovencita buscando su camino en el quehacer político esperamos que dicho paso sea positivo para los dominicanos y haciendo honor a los nombres de sus ilustres progenitores.
Ante Minou se plantean varias disyuntivas, entre estas formar tienda aparte y lanzarse al ruedo político, aun cuando para fines electorales el año 2016 luce muy cercano para alcanzar algún éxito como el que ella merece; vincularse a un frente de los pre-existentes o uno nuevo para derrotar de una vez a la corporación política económica en que se ha convertido el PLD; o esperar en cambio que pase la marea electoral sin tomar posiciones para trabajar en un nuevo proyecto.
De estas alternativas la primera luciría apresurada, dados los factores políticos, económicos e institucionales que tendría que superar en tan corto tiempo. La segunda, parece más fácil aun cuando tiene el peligro de contaminar su proyecto futuro por sus aliados eventuales.
Y el tercero sería desperdiciar el momento político que representará la cita electoral del 2016 para hacer crecer un movimiento capaz de modificar e maltrecho estado de cosas que vivimos en los órdenes político, económico, social y moral.
Lo importante que debe tener en cuenta Minou es la forma de atraer los sectores sanos del país que se han mantenido casi al margen del acontecer político: mujeres, jóvenes productores agrícolas y tecnócratas que en el extranjero o en posiciones secundarias del Estado y en las academias están necesitando de un impulso vivificador para llevar al poder a figuras y proyectos capaces de superar la podredumbre en que estamos envueltos para renovar nuestra nación en todos los órdenes.
Tiene la madurez, la inteligencia y la tradición familiar que le permiten lanzarse a la lucha por un país mejor, siempre que no busque quimeras ni se deje llevar por grupos de manipuladores que muchas veces hacen fracasar las mejores intenciones.
Una reforma política de verdad requiere hacerse de seguidores y aliados de todos los niveles económicos y sociales, dejando a un lado anteriores simpatías y resquemores, poniendo por delante los más altos intereses de la nación, sin olvidar que todo proceso tiene diferentes etapas con sus respectivos objetivos y tareas que no pueden saltarse.
¡En hora buena Minou!