Mis primeros ochenta años

Mis primeros ochenta años

El pasado 16 de junio cumplí mis primeros ochenta años de vida…. y parafraseando al poeta de América Pablo Neruda, puedo decir: “Confieso que he luchado”, todo el tiempo por la libertad, la verdad, la democracia, la justicia, el progreso social y los mejores intereses del pueblo dominicano, asumiendo todos los riesgos y sacrificios que ello ha requerido.
Desde mis años juveniles he hecho cuanto ha estado a mi alcance, en los órdenes académico, político y moral para mejorar la suerte de este país, al mismo tiempo que he cuidado de mi familia; sin que se me pegara ni el polvo de los escritorios cuando he desempeñado funciones públicas.
Eso me ha hecho tratar de superarme y me ha llenado la vida de satisfacciones personales, de amor al trabajo y de tolerancia hacia los demás.
Se ha tratado de una lucha interminable de pensamiento, palabra y obra, con resultados concretos más bien modestos, he tenido en mi favor ejemplos familiares que seguir de dos progenitores intachables y de dos hermanos mártires (Gustavo y Octavio). He tenido 11 hijos, 43 años de docencia, cientos de iniciativas, 50 libros publicados y miles de consejos desinteresados. Porque no, he gozado de placeres, diversiones legítimas y diversas empresas utópicas y realizables, las que han hecho de mi vida una aventura constante que me ha llenado de felicidad; sin que tenga grandes errores que lamentar ni provocado perjuicios intencionalmente; aunque sí desquemores, en algunos ambiciosos y poderosos con quienes no he coincidido.
Hoy, que siento las fuerzas comienzan a fallarme; solo aspiro a dejar a mi paso la huella de un ser humano que ha tratado de ser mejor y de mejorar a mi vez la condición de los que me han rodeado o coincidido en el espacio y el tiempo.
Quiero dejar mi modesta impronta en la organización académica, la educación y la psicología, la historia, así como en la teoría y el quehacer político democrático. Sobre todo he querido dar el ejemplo de una vida dedicada al trabajo intelectual, social y político con valor, al margen de prejuicios de toda clase, de respeto a los demás; y de un optimismo inacabable y confianza en el futuro de nuestro país, del que quisiera contagiar a las nuevas generaciones, que son las que están llamadas a cambiar de rumbo a la nación dominicana hacia el progreso democrático, económico y social que tanto necesita.
Eso no quiere decir que estoy arriando banderas, pues me quedan todavía veinte o treinta años… o dos días, de acuerdo a como me trate el calendario y mis achaques, porque voy a seguir luchando mientras vida tenga, por las cosas en que creo, sin vacilaciones, aunque en un par de semanas recesaré por razones de salud.
Así he sido; así seguiré siendo, hasta que el cuerpo aguante…

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