Mitos contemporáneos. Como si se tratara de buscar votos en una campaña electoral inexistente o siempre presente, quienes buscan titulares de prensa hablan, indefectiblemente, sobre tres de los mitos más invocados: la igualdad hombre-mujer, la reforma policial y la violencia intrafamiliar.
Saben, o debieran saber, que ninguno de esos temas se resuelve de la noche a la mañana, que la inmediatez es un fuego fatuo, un buscar cámara para sonar, para que sepan que él o ella está ahí.
La expresidenta tica Laura Chinchilla pide 50/50 hombre-mujer en candidaturas electorales. Es lógico que la señora quiera que le regalen no sé cuántas candidaturas inmerecidas. En política lo importante es la competencia, el trabajo prestado al partido, la relación hombre-partido-sociedad. A nadie lo eligen candidato a un puesto público por buenmozo o por buena hembra.
Los puestos políticos se ganan en el partido, en el seno del pueblo, en la percepción y conocimiento de la labor de un o una candidata en favor de la comunidad.
A la señora Chichilla no la escogieron candidata a la Presidencia de Costa Rica por ser mujer sino por méritos políticos que nada tienen que ver con su condición de género.
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Lo mismo ocurrió con Milagros Ortiz Bosch cuya dilatada carrera de defensora de los derechos humanos, por la libertad y la democracia es reconocida desde siempre.
Parece como si muchos pensaran (tantos que me parece una conspiración) que los problemas profundos, ancestrales, diarios, permanentes, pueden resolverse con un plumazo, con un decreto, con una decisión, nada más falso.
Este es el país donde durante décadas fue celebrado un aire que cantaba “eran las tres de la tarde/cuando mataron a Lola/ y dicen los que la vieron/que agonizando decía/quisiera ver ese hombre/que me ha quitado la vida/para abrazarlo y besarlo/y después morir tranquila”. Subyace en el fondo de la dominicanidad la violencia contra la mujer, como un “derecho” de los hombres. Unos trovadores venezolanos, “Los Guaraguaos” cantaron “no, nooo, no basta rezar, hacen falta muchas cosas para conquistar la paz”. Hay por hacer un trabajo duro, constante, permanente, profundo, para disminuir la violencia intrafamiliar en todos los frentes, al unísono.
De acuerdo, necesitamos reformar la Policía, pero también necesitamos reformar la política y los políticos. Comencemos por la selección del personal, tiempo y calidad del entrenamiento, enseñar al conscripto que su trabajo es servir, que sus conocimientos, habilidades y destrezas sean ejercidos para beneficio de la convivencia pacífica, que su misión no es garantizar la propiedad privada sino la seguridad pública, que su servicio debe respetar los derechos humanos, que no cumpla órdenes inconstitucionales, que el uniforme no es para siempre y que responderá por su conducta.