Modelos agroecológicos: ruta a un cambio de vida rural, freno a emigración

Modelos agroecológicos: ruta a un cambio de vida rural, freno a emigración

Desde que el alerta sobre el cambio climático activara la búsqueda de modelos de producción en convivencia armoniosa con la naturaleza, surgieron proyectos agroecológicos transformadores del hábitat y el estilo de vida campesino, en los que una mayor productividad y políticas de equidad generan bienestar, ayudan a contener la migración a las ciudades.

En los años noventa se diseñaron y aplicaron modelos innovadores de probada eficacia, que podrían considerarse como una alternativa en momentos en que el Ministerio de la Presidencia y la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD) reafirman el propósito de renovar y aumentar la producción agropecuaria.

Un imperativo ante la necesidad de seguridad alimentaria que también debe orientarse a elevar la calidad de vida campesina.

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Testimonios

Gestores de proyectos agroecológicos emprendidos en países latinoamericanos dan testimonio de su viabilidad y sustentabilidad, de un éxito basado en la pedagogía del aprender haciendo, que convierte el escenario productivo en “aula viva”, fuente de conocimientos capaz de cambiar esquemas mentales, la actitud y accionar de la gente, lo que permite adoptar una conducta más ética y respetuosa con los seres humanos y la naturaleza.

Podrían replicarse en el país, donde la agroecología, poco aplicada, es una alternativa al reto de cambiar sistemas productivos tradicionales, de reemplazarlos por otros que armonicen la protección y uso racional de los recursos naturales con el desarrollo humano.

Existen modalidades familiares, comunitarias, públicas o privadas, a pequeña o gran escala; una finca que incorpora a labriegos, fincas integradas, aptos para Mipymes rurales y parceleros del Instituto Agrario Dominicano.

Plan de vida educativo

Acorde con las exigencias del cambio climático se han ejecutado proyectos que, además de centros de conservación y de producción, se convirtieron en la base de un plan de vida educativo, en los que se trasciende sistémicamente de la teoría a la práctica.

Varias publicaciones dan testimonio de las transformaciones en comunidades rurales de América Latina a partir del cambio en su forma de pensar y actuar, con proyectos que enlazan ecología, economía y salud, cultura y espiritualidad.

Tal ocurre en el Centro Agroecológico La Cosmopolitana, en Restrepo, Colombia, basado en la pedagogía del aprender haciendo, el ir paso a paso de lo sencillo a lo complejo, de la acción a la reflexión.

Se sustenta, a la vez, en la regeneración de sus propias fuerzas, en prácticas productivas adaptadas a las condiciones locales, en la transformación y comercialización de sus cosechas. “Un microcosmos de vida en abundancia”, dice Roberto Rodríguez García, fundador, quien expresa:

__Queda en sus manos esta obra pequeña, paciente y transformadora para que sea recreada, adaptada y multiplicada, una y mil veces más, hasta cumplir con su objetivo de vida.

La inició en su finca y la expandió en la comarca, ganando reconocimiento internacional como “modelo de biodiversidad y seguridad alimentaria”.

Este sistema de organización y empoderamiento se extendió a pueblos amazónicos de Brasil, Perú, Ecuador y Venezuela, conformando un movimiento social fortalecido al articularse con iniciativas privadas y eclesiales, la Conferencia de Consejales Provinciales Jesuitas de América Latina (CPAL) y la Red Eclesial Pan-Amazónica.

Sembradores de esperanza (Honduras), Al andar se hace camino y Agricultura tropical (Colombia), entre otras publicaciones, divulgan los logros.

En su libro La Cosmopolitana, Centro de Vida, Rodríguez cuenta una inspiradora historia de transición hacia un sistema productivo sostenible, hacia el buen vivir.

Este visionario sintió la necesidad de romper las paredes físicas de su finca para mirar hacia el vecindario, lo que permitió que otras familias transformaran las suyas en centros de vida y producción.

Había que romper también las paredes y modelos mentales. Al hacerlo verificó que la abundancia y sabiduría crecen en la medida en que se oxigena el conocimiento y se cultiva una actitud más abierta hacia el aprendizaje continuo.