Es considerado “el alma de la Revolución de Abril de 1965”. Convirtió un cuerpo represivo de la dictadura de Trujillo en el más fuerte apoyo militar del movimiento. Sus hombres, antes desconocidos por el pueblo, fueron admirados por su arrojo. La población se sentía protegida con esos soldados vestidos de negro.
Su comandante fue el almirante Manuel Ramón Montes Arache, una de las figuras más emblemáticas de la revuelta, el que enfrentó y salió airoso de los más cruciales combates con valor insólito y determinación excepcional.
Incondicional, estuvo junto al coronel Francisco Alberto Caamaño, líder máximo del levantamiento. Lo acompañó en sus misiones y con él derrotó a las fuerzas del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas, CEFA, capitaneadas por Elías Wessin, en la batalla del Puente Duarte.
Entonces ministro de las Fuerzas Armadas del Gobierno Constitucionalista, dirigió, además, los sucesos del hotel Matum.
En cada acción desafiaba a las tropas norteamericanas que invadieron al país.
“¡En posición de combate todo el mundo!” fue su orden más recordada, dada en los momentos tensos de la conflagración. Él también se colocaba en lugar estratégico protegiendo a Caamaño, a la gente común, porque era “el más temido”, no solo por los yanquis sino también por contrarrevolucionarios criollos.
Provocaba tal familiaridad que le llamaban sencillamente “Montes”.
“Con Montes Arache y los Hombres Rana bajo su mando, comenzó el pueblo a tener confianza, creían que éramos de la mitología, invencibles, el pueblo sabía que estaba a salvo, porque un Hombre Rana no caía”, comentó Aníbal López, su hombre de confianza.
Peleó hasta después de los sucesos de Santiago de los Caballeros, porque los invasores reclamaban las armas de las que habían sido despojados en la refriega del Matum. Enfrentaron en una hostil situación que se prolongó y de la que salieron victoriosos los nativos, gracias al coraje del valiente Hombre Rana.
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Sobre Montes Arache fueron entrevistados su viuda, Arelis Altagracia Ureña García, y su hijo Manuel Eugenio, que era inseparable de su padre pues “por la gracia de Dios, llegué al mundo cuando ya él había vivido bastante, contaba con la madurez y el tiempo para dedicarle mayor espacio a su familia”.
Por eso, agrega, creció con gran orgullo hacia Montes. “Nos nutrimos el uno al otro de manera peculiar, disfrutaba aprender de él y de su entorno. Fue como vivir una aventura y no quería perderme un capítulo de ella”.
Le enorgullece que las personas que conocieron al revolucionario militar conversan sobre él y lo distinguen, resaltando parecido en sus actuaciones y gestos.
Tanto Manuel Eugenio como su madre coinciden al declarar que el héroe fue un ejemplo en cuanto a honestidad. “Fue removido de varios puestos claves por no robar ni dejar que robaran”.
“El descuido y la omisión de enaltecer su legado raya en la negligencia. En nuestro país se premian los antivalores y se castiga a los valores sin tener en cuenta que fueron estos los que en su momento sirvieron de zapata para forjar la libertad que vivimos hoy”.
Significa que les dejó “un nombre pulcro, libre de compromisos, caracterizado por el patriotismo”. Revela que “ayudó a todo el que lo necesitaba, enfocado en servir y no en servirse. Predicaba con el ejemplo con un altísimo concepto de patriotismo, lealtad y honestidad. Nos enseñó a ser útiles, humildes, honestos y sensibles con los demás, incluyendo nuestro medio ambiente”.
De Macorís. Manuel Ramón nació en San Pedro de Macorís el 29 de noviembre de 1926, hijo de Eugenio Montes, español, y María Altagracia Arache. Cursó primaria y secundaria en su natal. De la Academia Naval de la Marina de Guerra egresó como licenciado en Ciencias Navales. Se graduó del entrenamiento de Nadadores de Combate (Hombres Rana) y quedó como líder de ese comando.
Se casó en primeras nupcias con Norma Altagracia Silverio Mesón, madre de sus hijos Norma, Manuel Ramón, Ivette, Vilma, Krimilda y Teresa.
Luego contrajo matrimonio con Arelis, con quien procreó a Ramsés Manuel y a Manuel Eugenio.
Se integró a la Revolución convaleciente de cirugías, herido por la explosión de 52 detonadores que llevaba en sus bolsillos, afectando sus brazos, pecho y la cara, en la que le hicieron varios trasplantes.
Falleció el 23 de diciembre de 2009.
La calle
Es la antigua “Respaldo Proyecto”, del ensanche Atala. Termina en la avenida Cayetano Germosén. Manuel opinó que les honra la designación “ya que todos los héroes de Abril tienen sus calles, avenidas y monumentos”.