Monumental Réquiem de Verdi cierra Temporada Sinfónica

Monumental Réquiem de Verdi cierra Temporada Sinfónica

La Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el maestro José Antonio Molina, cerró su Temporada de este año 2022 el pasado miércoles en el Teatro Nacional, con la magistral interpretación del “Réquiem” de Giuseppe Verdi.

El concierto contó con la participación de un cuarteto de destacados solistas: Nathalie Peña-Comas -soprano-, Glenmer Pérez –mezzo soprano, los estadounidenses Gregory Kunde –tenor- y Morris Robinson –Bajo-, y una gran masa coral compuesta por integrantes de los coros Nacional, Koribe, Conservatorio Nacional de Música y del Poder Judicial.

“La Messa da Réquiem” dedicada por su autor a Alessandro Manzoni, figura esencial del llamado movimiento “Il Risorgimento italiano”, fue estrenada el 22 de mayo de 1874, bajo la dirección del propio Verdi.

En este “Requiem”, el hombre manifiesta sus dudas…su miedo a la muerte, está considerada como una obra retadora y emblemática del repertorio Sacro Romántico, cumbre de la música litúrgica del Siglo XIX”, y a decir del director Ricardo Muti: “Es una misa para los vivos, no para los muertos”.

La construcción orquestal, coral, solistas, y el drama subyacente, contribuyen al atractivo cautivante de este “Requiem” imponente, monumental, pletórico de matices contrastantes.

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Molina levanta su batuta, se escuchan las primeras notas susurrantes emitidas por los violonchelos, se suman los violines y otras cuerdas, luego las maderas, vientos y percusión en armonía, es el “Introito” que sobrecoge, luego el coro en un solo tono, murmura “Requiem a eternam dona eis, Domini”, intervienen los solistas, inicio de una estela luminosa… luego cantan el Kyrie. El epicentro de la obra se escucha imponente, es el “Dies irae”-días de iras- que se torna trágico, y surge con brío en cada aparición.

El bajo –Morris Robinson- en el vigoroso pasaje “Tuba mirum” con voz poderosa, fluida, anuncia la llegada del Juicio Final, el coro y el tutti orquestal lucen espléndidos, y en Mors stupebit con excelente vocalización, Morrison transmite la emoción de este momento.

Se suceden movimientos plenos de matices, en “Liber scriptus”, la mezzo soprano Glenmer Pérez, de amplia y hermosa voz, unida al coro, logra otro instante sublime. Un trío soprano –Nathalie Peña-Comas- mezzo y tenor –Gregory Kunde- cantan el “Quid sum miser”, y luego “Recordare”; en el “Rex tremendae” se unen los cuatro solistas al coro en perfecta sintonía.

En el inspirado y suplicante solo “Ingemisco”, el tenor Gregory Kunde llega a un clímax, su magnífica voz verdiana de gran musicalidad, le permite alcanzar notas de gran alcance.

El bajo Morris Robinson, de extenso registro vocal, alcanza un momento estelar en “Confutatis”, logrando el poderoso volumen de su voz escucharse muy por encima de la masa coral y la genial orquestación.

La “Lacrymosa” es una pieza que enlaza el canto coral con los solistas, la orquesta vibra, acompaña con gran sensibilidad, logrando ese instante conmovedor y triste a la vez. Los solistas acoplados en armonía, cantan el Offertorium “Domine Jesu Christe.

Con una llamada de trompeta el coro inicia el “Sanctus”; luego soprano y mezzo junto al coro y a la depurada orquesta cantan el entrañable “Agnus Dei”. Otro instante luminoso, “Lux eterna” es logrado por el trío de bajo, mezzo y tenor.

La parte más elaborada, y momento culminante de la obra es “Libera me”, la voz de la soprano Nathalie Peña-Comas, de bello timbre y diferentes matices, apropiada para este Requiem verdiano, transmite esa luz de esperanza, el coro se une en un recitativo, implorando el perdón para eludir la muerte eterna, y como en un eco se escucha el “Dies irae”, la soprano brilla, entona sus doloridos versos, y en un pianissimo el coro acompaña mostrando fluidez, destacan los metales y la percusión hasta el descenso final, concluye el Requiem en tranquilidad…con asomos de duda, de incertidumbre.

La Orquesta Sinfónica Nacional con un nivel de excelencia, junto a la estupenda masa coral fruto del trabajo de preparación realizado por Elioenai Medina, Nadia Nicola y Edwin Disla, directores de los diferentes coros, y a los destacados solistas invitados, bajo la excelente conjunción lograda por el maestro José Antonio Molina, que de nuevo nos sorprende al dirigir sin partitura, escribieron una página histórica en la vida musical de nuestro país.

El público que cubrió el aforo visiblemente emocionado, se levantó de sus asientos y aplaudió largamente, conscientes de haber sido testigos de una noche memorable, quedará en la memoria colectiva. Felicitaciones y gracias maestro Molina, por esta estupenda Temporada Sinfónica, a la espera de la próxima.