Movimiento Renovador de la UASD

Movimiento Renovador de la UASD

La campaña política de 1966, en la que “no existían condiciones para la expresión democrática”, la “vuelta a la ideología trujillista” que representó el triunfo en esa contienda de Joaquín Balaguer y la existencia de una universidad dirigida aún por superiores “conservadores” fueron las nuevas inquietudes que ocuparon la mente y el tiempo de Hugo Tolentino, uno de los líderes del Movimiento Renovador que desplazó las tendencias arcaicas y obtuvo la autonomía para la casa de enseñanza superior.

“Mientras estábamos enclaustrados en la zona constitucionalista, personas como Marcelino Vélez y Rafael Kasse, que eran profesores de la Universidad; como Rafael Calventi, Jottin Cury y Tirso Mejía”, que no pertenecían a la academia, y Hugo, ya catedrático, “discutíamos acerca del porvenir de ese centro de estudios tanto más cuanto que durante la intervención norteamericana sus autoridades, que de ninguna manera eran afines de la revolución, habían permitido la ocupación del campus por el intruso y además, no eran ajenas a la intención, más de una vez subrayada por los representantes norteamericanos en las negociaciones con el Gobierno de Caamaño, de hacer de la Universidad una suerte de campo de concentración para los izquierdistas que habían participado en la guerra”. El rector era Ramón Báez López Penha.

Tras el acuerdo firmado por los gobiernos Constitucionalista y de Concentración Nacional con la Organización de Estados Americanos, Hugo se reunió varias veces en el antiguo Club de la Juventud, en la “19 de Marzo” esquina “US Marine Corps”, con Diómedes Mercedes, Carlos Dore, Narciso Isa Conde, Asdrúbal Domínguez y José Israel Cuello “y trazamos las líneas generales de lo que debía ser el Movimiento Renovador”.

“Había un acuerdo total para hacer de la Universidad un centro comprensivo de la educación de la sociedad dominicana donde se expresaran todas las manifestaciones políticas o filosóficas de cualquier naturaleza”, expresa. Perseguía, además, que la regencia universitaria fuera compartida proporcionalmente por profesores, empleados y estudiantes y que se crearan vías capaces de orientar correctamente al estudiantado de las escuelas públicas para su acceso a las carreras académicas.

Desde entonces comenzó a esbozarse la idea de lo que fue el Colegio Universitario, cuya desaparición lamenta Tolentino. “Aunque comprendo la carga económica para la Universidad no deja de ser necesaria su existencia”, opina, por las limitaciones y carencias con que llega el bachiller, sobre todo el de los liceos públicos, dice.

Consejo Provisional. Cuenta que, “en efecto, ocupamos la Universidad y creamos el Consejo Universitario Provisional, presidido por Andrés María Aybar Nicolás e integrado por un grupo de profesores del que yo era parte”. Muchos de los antiguos catedráticos se retiraron, lo que deplora el rebelde Hugo que considera que no por conservadores dejaban de ser buenos. “Pero lamentablemente no comulgaban con la visión de una universidad condicionada por las libertades ideológicas existentes en esa época en todo el mundo”.

Subraya que tuvieron la suerte de encontrar profesionales brillantes que los sustituyeron y para quienes las puertas de la Universidad habían estado cerradas.

“Aquel momento fue extraordinario, una verdadera mística sobre lo que debía ser la enseñanza superior y el papel de la Universidad en la sociedad dominicana y frente a la realidad latinoamericana”.

Pero carecían de presupuesto, narra, porque el gobierno de Héctor García Godoy no entregaba los fondos que correspondían a la casa de estudios. Lograron llenar las cátedras con profesores que las impartían de forma gratuita durante meses hasta que tras varias entrevistas de Hugo y Aybar Nicolás con el gobernante, reconoció “la validez de nuestras pretensiones”.

Se efectuaron elecciones libres con el voto del claustro universitario ampliado para elegir a sus autoridades. Quienes dirigieron el Movimiento Renovador no aspiraron. En el proceso la mayoría consideró, recuerda Tolentino, “que quien merecía los votos mayoritarios del claustro era Julio César Castaños Espaillat por su tradición universitaria, su independencia y su indudable actitud democrática”. Cumplió su periodo y luego fueron electos Andrés María Aybar Nicolás, Rafael Kasse Acta, Jottin Cury y Hugo, en 1974. Previamente Hugo fue vicerrector académico.

Campaña sin confianza. En la campaña política de 1966 no existía un clima para la creación de la confianza en el pueblo que le garantizara su derecho al voto, significa Hugo, al margen de otros inconvenientes que analizaron él, Marcelino Vélez y Jottin Cury y que fueron a exponer a Juan Bosch, principal candidato opositor de Balaguer.

“Le planteamos la posibilidad de no ir a elecciones mientras estuvieran presentes las tropas americanas en el país y lo hicimos porque los asesinatos y la persecución a los constitucionalistas y demócratas eran un hecho cotidiano y además porque era evidente que los norteamericanos patrocinaban no solamente a Balaguer como futuro presidente de la República sino que sus íntimos, sus colaboradores dominicanos, eran en realidad los golpistas de siempre”. Bosch, añade, les dio una serie de razones “que no nos satisficieron pero que respetamos”. No las revela.

Refiere que, indudablemente, ese clima favoreció a Balaguer, quien se movió a sus anchas en todo el país y ganó “con el apoyo obvio de los americanos con el compromiso tácito, pero evidente, de que en aquella guerra fría se colocaría del lado de la persecución contra los “comunistas” y que ejercería el poder respondiendo a los dictados de la política norteamericana”.

Añade que así hizo “durante los 12 años que tenían como herencia factores que le había legado el trujillismo y que permanecían intactos en las estructuras del Estado, como el ejército. Adoptó la tesis de la no alternabilidad en el poder conjuntamente con la de la razón de Estado como norma pragmática para cualquier tipo de actitud al margen de la ley e inclusive, de la Constitución”.

En razón de la amistad y el agradecimiento de Balaguer al padre y al tío de Hugo “pensó que yo, a pesar de determinadas posiciones políticas, era recuperable para su gobierno” y envió a Luis Mercado a proponerle la embajada en París. Tolentino rechazó la posición.

“Hice bien porque yo tenía plena conciencia de lo que iba a significar el gobierno de Balaguer”. Afirma que no podía olvidar que este aniquiló la influencia de Hostos en la Escuela Normal y que lo que se ganó con el gran pensador se perdió con “lo que fue el retorno al escolasticismo colonial, al dogmatismo y a la concepción de una cultura que imponía valores de significación secundaria en el proceso de creación de la nacionalidad dominicana”.

Además, enfatiza que Balaguer era un enemigo de la Universidad, no solo porque fue expulsado de ella tras el ajusticiamiento sino porque era el ámbito “donde se expresaban de manera plural las distintas concepciones políticas, desde el comunismo más extremo hasta los demócratas conservadores”.

El destino de Hugo fue refugiarse en esa academia y desde ella enfrentó el terror y la represión balagueristas aun en el tiempo en que le tocó ser rector.

 

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