El periodo gubernamental-constitucional que este viernes concluye, debe dejar en algunos de los funcionarios gubernamentales, una honda satisfacción del deber cumplido, en otros no tanto.
El Presidente Luis Abinader y por el mandato supremo que le otorga la Constitución dominicana, debe sopesar muy bien a la hora de emitir algunos de los decretos, cuáles han sido aquellos funcionarios tanto ministeriales como de las diversas direcciones nacionales y regionales, que bien merecen la pena ser confirmados en sus funciones.
A otros, estamos totalmente convencidos que por su flaco papel, su prepotencia y sobre todo, la falta de carisma al frente de las funciones que desempeñaron y en ocasione desconocimientos de las mismas, al mandatario no le debe temblar el pulso para que sean sustituidos por hombre o mujeres que sí respondan a los sanos deseos de la nación y no a intereses particulares como muchos lo hicieron.
Ahora bien, algunos de los elementos a tomar en cuenta por el mandatario, debe ser el perfil de las personas a ocupar los cargos gubernamentales. Estas deben conocer o tener nociones muy pronunciadas del cargo a ocupar, pero además del conocimiento, también poseer humildad, ética, responsabilidad y sobre todo, deseos de servir con transparencia al país a través de las susodichas funciones.
Todo presidente debe tener en funciones, a personas que no solo respondan a los intereses propios del partido que ocupa el poder, sino, a entes con capacidad y deseo de servir con elegancia a la nación, que produzca los menos ruidos posibles, y de producirlo, que tengan estos sustentaciones básicas de lo que se hace ha sido bajo el manto de la legalidad, no por caprichos.
Otra cosa, y esto lo decimos con conocimientos de causas, esos funcionarios que entrarán al nuevo gabinete, y los que serán ratificados, deben saberse rodear de colaboradores pensantes, estrategas, conocedores no solo de las funciones a ocupar, sino además, de todo aquello que signifique la mercadología de lo que de esas dependencias se desprendan.
Muchas veces, por amiguismo o por compromisos políticos, algunos incumbentes (superiores), creyéndose sabios, tienden a designar en posiciones a personas que en vez de hacerle un bien lo que hacen es contribuir con el retroceso de esas instituciones.
Por ejemplo, ahí está el caso Prensa y Relaciones Públicas, en donde algunos ministros colocan en estas delicadas funciones a comunicadores que sin ningún tipo de actitud frente al desarrollo de esas entidades, solo saben mandar notas a los medos que otros periodistas empleados de dicha institución les redactan, pero jamás, osan tener la más mínima chispa o elementos de cómo se diseñan las estrategias para llegarle a la población e indicarle no solo lo positivo que hacen dichas instituciones, sino, su contribución en áreas que podrían ser de mucha utilidad para la población en sentido general.