La democracia es una labor de muchos, pero para concretarse amerita que, primero, al menos unos pocos se pongan de acuerdo.
En República Dominicana, grupos liberales coinciden en que la calidad democrática es baja. Igual opinión tiene la población, según consta en el Latinobarómetro que señala el apoyo a la democracia pasó de 60%, en 2016, a 44%, en 2018.
Esto es, que no basta ir a las urnas cada cuatro años, sino que hay que incorporar, en la práctica, no sólo en leyes, variables importantes como equilibrio de poder, contrapeso, debates, candidaturas de calidad, gastos de campaña moderados, etcétera.
Sin embargo, volviendo a los sectores liberales, cuando se pasa al cómo y, sobre todo, al quién, los disensos se disparan.
Este es uno de los factores que impidieron el país se uniera a olas progresistas que recientemente tiñeron el continente de tonos liberales, de otras formas de gobernar y liderar. Proceso que inició Chávez en Venezuela, siguió Lula y el Partido de los Trabajadores en Brasil, luego Tabaré Vásquez y el Frente Amplio en Uruguay, Néstor Kirchner y el partido peronista en Argentina, Ricardo Lagos, y Michelle Bachelet en Chile, dentro de la Coalición de Concertación por la Democracia, Evo Morales y su partido MAS en Bolivia, Rafael Correa y su movimiento Alianza País, entre otros, que hoy tienen ejes de cuestionamiento, pero que implicaron cambios importantes.
Al contrario, en República Dominicana han accedido al poder líderes conservadores o, lo que es peor, progresistas que terminan como conservadores.
Por eso, ante el próximo torneo electoral, tal vez en aras de la utopía, los sueños, las esperanzas y hasta del cambio, conveniente en todo sistema, por fin pudiese lograrse una representación electoral digna de los sectores alternativos.
Para que esa esperanza no se aminore, urge que los afanes preelectorales trasciendan el crear tiendas. Los observo muy concentrados en la forma, pero no en el fondo.
Es sabido que el nuevo ordenamiento electoral establecía plazos inexcusables para presentar partidos y coaliciones. Pero si se produce un gran consenso en relación a un cambio importante, partidos, grupos y movimientos hay de más.
Por eso, faltando casi un año para las elecciones, la «masa» debió calentarse más. Alimentando sentimientos de reclamo de salarios, viviendas, salud y justicia dignas. La necesidad de seguridad ciudadana, empleos, institucionalidad democrática, organización en el tránsito, justicia fiscal…en fin, de vida digna. Ojalá los jeques del progresismo en República Dominicana se den más baños de pueblo. Ojalá salgan de las oficinas, de los despachos, de los medios… y se acerquen más a la gente y la escuchen. Ojalá no aparezcan sólo cada cuatro años.
Ojalá superemos el viejo hábito de tener muchos sombreros, pero muy pocas cabezas.