TANJUNG. La isla indonesia de Lombok sufrió el jueves su tercer gran terremoto en poco más de una semana. Un funcionario elevó a más de 300 los muertos en el potente sismo de magnitud 7,0 del pasado domingo.
La fuerte réplica, que alcanzó una magnitud de 5,9 según el Servicio Geológico de los Estados Unidos, provocó pánico, daños en edificios, deslaves y heridos. El epicentro del temblor se registró en el noroeste de la isla, dijo la agencia geológica indonesia apuntando que no tuvo potencial para causar un tsunami.
Videos mostraron escombros esparcidos por las calles y nubes de polvo que envolvían edificios. En el norte de Lombok, algunos conductores salieron de sus autos en carreteras atascadas mientras una anciana parada en la parte trasera de una camioneta gritaba “Dios es grande”. Un reportero de The Associated Press en la capital de la provincia, Mataram, vio a heridos por el último temblor y como un hospital trasladó a sus pacientes al exterior.
La última sacudida generó más “trauma”, señaló el vocero de la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres, Sutopo Purwo Nugroho.
El ministro de Seguridad de Indonesia, Wiranto, dijo a reporteros que el terremoto del domingo causó 319 muertos. El anuncio se produjo luego de una reunión entre varias agencias para unificar el recuento de las víctimas mortales.
Varios departamentos publicaron cifras de muertos más elevadas que los 131 reportados el miércoles por la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres, que coordina las operaciones. Este organismo apuntó que no ha verificado todos estos datos, pero espera que el conteo aumente.
Los afligidos familiares sepultaban el jueves a sus seres queridos mientras los médicos atendían a gente con extremidades rotas que no habían sido tratadas desde el movimiento telúrico del fin de semana.
La Cruz Roja dijo que centró sus esfuerzos en las aproximadamente 20.000 personas que todavía no han recibido ayuda alguna.
En la aldea de Kopang Daya, en uno de los distritos más afectados, Tanjung, en Lombok norte, una familia enterró a su hija de 13 años, que fue alcanzada por una pared que colapsó y pisoteada en la estampida provocada por el terremoto en su internado islámico.
Residentes y parientes rezaban en el exterior de una carpa donde yacía tendido el cuerpo de la joven, cubierto con una tela blanca.