Estas reivindicaciones orientaron nuestras vidas, nos dieron objetivos para caminar, nos facilitaron metas concretas para nuestros discursos cotidianos.
Soy una mujer
que en ocasiones se pierde
en preguntas sin respuestas
aceptando su propia realidad y se resiste a la
desesperación de la incomprensión del mundo.
Sólo soy así, una mujer,
cuya pasión incontrolada me lleva
a lugares invisibles para las mentes comunes,
que segura de su alma
se lanza al vacío de una vida,
que le atrapa con la intensidad
de sus contadas horas.
Sólo soy así,
una mujer creadora de sueños,
pues imagino mundos diferentes,
en lo que soy, y en lo que no soy.
Sé que soy una mujer imperfecta,
cuya fe es su fuerza
para entender el mundo ausente,
aquella que conociéndose a sí misma,
en los momentos de infortunio
comprende su esencia.
Soy así,
una mujer que cae,
que se levanta con coraje,
que no teme al mundo,
que desconoce, que ansía, que sufre,
que se apasiona, que se avergüenza,
que reconoce, que huye, que se aleja,
que no tiene nada,
que sólo se tiene a sí misma. [1]
El 8 de marzo, volvimos a “celebrar” el “Día Internacional de la Mujer”. Nueva vez las declaraciones oficiales de las instituciones públicas y privadas volvieron a ocupar la prensa nacional. La Ministra de la Mujer volvió a sus pedidos.
Y yo me dije: “Mu-Kien, volverás a escribir defendiendo el papel de la mujer en la sociedad. ¿Acaso no vas a repetirte? ¿Volverás a decir lo que has dicho hasta el cansancio, lo que has escrito año tras año?” Me sonreí por lo grandemente crítico de mis propios pensamientos.
Quizás ya perdí la voz para reclamar de nuevo que la mujer necesita las mismas oportunidades. Quizás ya me conformé con todo lo que hemos avanzado, porque desde que era una joven mujer la transformación es obvia, pero todavía no hay igualdad.
Quizás ya asumí que es momento de detenerse para reflexionar, y que nuestro deber es pasar la antorcha a los más jóvenes para que ellos asuman los retos de su tiempo.
Sin asumir la desesperanza como el signo de la edad, lo cierto es que, al llegar a más de seis décadas de existencia, he sentido que es momento de detenerse, de mirar hacia atrás y hacer balance.
He sido mujer de muchas batallas y quizás por eso, ya no tengo las fuerzas ni el deseo de librar nuevas o viejas. Solo quiero ser mujer que decidió ser feliz e intenta vivir de acuerdo a sus criterios, principios e ideas.
Me resisto en este sábado, preludio de la llegada de la primavera, a reiterar mis reivindicaciones. Que necesitamos mayor participación en la política, y que la propuesta de la nueva Ley Electoral es un retroceso. A pesar de que hemos ganado espacio en las universidades y en el sector privado, las mujeres tienen, tenemos, poca participación en los gobiernos, y muy pocas han logrado la primera magistratura. Siento que toda esta perorata es una repetición que se está haciendo eterna.
En los años 80, el movimiento feminista ofrecía una alternativa a las mujeres que buscaban romper con los cánones tradicionales. Lograron, en poco tiempo, unir mujeres de todas las edades, de diferentes clases sociales, de ideologías contradictorias con un mismo discurso: participación y mayor espacio de decisión.
Estas reivindicaciones orientaron nuestras vidas, nos dieron objetivos para caminar, nos facilitaron metas concretas para nuestros discursos cotidianos. Recuerdo los proyectos que buscaban mayor participación política y la visibilización de la mujer en sus espacios de desarrollo.
Hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, el discurso ha cambiado. El hecho de que muchas mujeres hayan ganado posiciones en el mundo de los negocios, en las universidades y en las investigaciones, por sus propios méritos gracias a sus talentos, ha languidecido el discurso reivindicativo. El feminismo de nuestros tiempos ha derivado en algo marginal al ser tomado por los grupos que reivindican la libertad de la opción sexual, liderados por las lesbianas y el movimiento LGTB. Esta derivación ha hecho que el resto de las mujeres se alejaran del movimiento reivindicativo.
¿Cuál debería ser la reivindicación de la mujer del siglo XXI, cuando han ocurrido tantos cambios? No estoy segura. El discurso estridente de los 80 es relativamente válido. Todavía, como decía en los párrafos anteriores, no se ha logrado la participación política esperada. Sin embargo, el hecho de que hay mujeres científicas, empresarias, profesionales de la medicina, de las leyes, de la construcción; implica que se han roto algunos de los parámetros de la exclusión, incluso en el ámbito de la familia, aunque prevalece la idea de que la mujer es el eje.
Queda un tema pendiente y doloroso: la mujer del Medio Oriente y de algunas zonas de África siguen siendo excluidas, marginadas y vejadas. Es una vergüenza que en el siglo XXI todavía existan esas realidades. En esos lugares del mundo somos objetos, ciudadanas de tercera categoría, sometidas al yugo familiar y al del esposo. Sin posibilidad de levantar la voz ni rebelarse porque pagarían con sus vidas la osadía.
Así pues, en ese nuevo-viejo “Día Internacional de la Mujer” abandono mi indiferencia inicial, el hartazgo de repetir año tras año la justa demanda de nuestra visibilidad, para proponer una nueva reflexión de cara a una nueva sociedad.
Mujer…
me siento feliz de serlo,
de disfrutar cada día…
Feliz de verme en el espejo
y mirar mi rostro contento,
de tener pensamientos
y grandes inquietudes todavía.
Soy mujer y lo disfruto,
disfruto cada minuto,
me complace serlo.
Soy distinta,
quiero ser mejor,
Feliz de ser mujer. YOLANDA BARRY.
[1] Solo soy una simple mujer….. – Poesias: 12279