Para 1929, la maestra hondureña Anita Lagos Lainez y la doctora uruguaya Paulina Luisi alertan a las congregadas en la directiva de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas sobre un sintomático parecer: la impronta de las mujeres no aparece ni en discursos, ni en artículos de los periódicos, pese a los importantes avances que ellas o sus amigas protagonizan a todo pulmón.
En ese año, la socióloga mexicana Elena Arizmendi remite “una epístola cordialísima” a las activistas de la Liga Feminista Dominicana, en la cual también relata que aquel mutismo inducido se extendía en las “revistas que se titulan femeninas, pero que cubren con el silencio los enormes progresos que realizan las damas iberoamericanas”.
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Nuestras pioneras vivían entre un un mix de olvido, indiferencia y mudez, como castigo por sus reivindicaciones a favor de los derechos civiles y políticos que anhelaban. Pero, no callaron, alzaron sus voces con tal determinación que alcanzaron las primeras ciudadanías de las mujeres de la región.
Casi un siglo después persiste este “mute” impuesto con prácticas más incisivas y extensivas a raíz de las plataformas digitales, utilizadas con agresividad por quienes se oponen a que los derechos de las mujeres se continúen concretando, según consta en el “Informe Igualdad 2025” (#SinFiltro), elaborado por LLYC.
La investigación revela que ¡un 33% de las iberoamericanas se siente silenciada! Lo peor es que viven día a día limitantes para ejercer el derecho a la libertad de expresión, al no poder expresar sus opiniones, especialmente en el contexto del feminismo y la igualdad. Para evitar que un tsunami de comentarios ofensivos, discriminatorios y malintencionados inunde sus espacios digitales, se les hostigue y les vigile en línea, las mujeres optan por “mutearse”.
¿Por qué intentar silenciar a quienes continúan la obra de las “primerísimas mujeres”? Con el “mute programado” a través de algoritmos que detectan y callan de manera automática a la voces favorables para la igualdad, los eternos oponentes dan paso a una serie de “contenidos virales” -como videos cortos y memes- que naturalizan los estereotipos machistas y actitudes tradicionales que a menudo legitiman comportamientos posesivos en las relaciones, refuerzan las dudas sobre la participación política y acrecientan debates infundados sobre los roles en los espacios privados y públicos.
Así, en medio de una atmósfera desinformativa, las voces antifeministas que “mutean” a las mujeres están llenando el vacío dejado por la disminución del discurso feminista, distorsionando la realidad de la lucha histórica por la igualdad y alimentan un rechazo hacia el movimiento político y social.
Pero, tal como señalaba Plácida Ventura en 1923: “El FEMINISMO es un fantasma para nuestros refractarios y pesadilla insoportable que soñando, los hace soñar”… Nótese que Petronila, Consuelo y Luisa, desde la redacción de Fémina, escribieron bajo el nombre de Plácida el artículo “El fantasma femenino” en respuesta a las críticas por su intención de elevar a ciudadanas a las dominicanas… La estrategia discursiva del pseudónimo fue un valiente recurso, a sabiendas que un siglo después sus voces son escuchadas en medio del persistente “mute programado”.