La necesidad de implementar una política migratoria dominicana capaz de contener el enorme flujo de ilegales procedentes del vecino Haití, y su secuela de amenazas a la seguridad y a la economía, coloca al gobierno frente a la disyuntiva de construir un muro de empleos, o un muro de piedra que permita preservar los estrechos límites geográficos que aprisionan nuestra soberanía territorial.
Hasta ahora, las políticas públicas aplicadas para contrarrestar la proletarización indetenible del país, la cual llega aparejada al maremágnum de indocumentados haitianos, no han dado los resultados deseados. No obstante, descarto de antemano la edificación de un muro físico en la franja fronteriza dominico-haitiana, similar al que preconiza el presidente Donald Trump en la línea divisoria de USA con México, porque se trata de un proyecto extremista y odioso que, de ejecutarse, colocaría al pueblo haitiano entre el abismo y la extinción.
Favorezco, en cambio, el muro de empleo, pues empezó a desarrollarse hace 15 años en la frontera Norte y puede extenderse hacia las otras demarcaciones. Se trata del parque industrial CODEVI, donde laboran más de 10,700 nacionales haitianos y 1,000 dominicanos; allí cohabitan, además, técnicos y profesionales oriundos de naciones tan lejanas como China y Sri Lanka.
Fernando Capellán, presidente del emporio, asegura que “este es el ejemplo idóneo de que en la frontera si es posible construir un muro de empleos formales”.
Lo propio opina Juan Vicini, quien sostiene que la frontera ofrece oportunidades infinitas de desarrollo: Muro de Empleos o Muro de Piedra.