Washington. Nancy Reagan, fallecida hoy a los 94 años, fue una elegante primera dama que supeditó su carrera a la de su marido, pero que dejó su propia huella en la política como la asesora más cercana del expresidente de EE.UU. y, más adelante, como una influyente voz en favor de la investigación con células madre.
La viuda de Ronald Reagan fue una primera dama sofisticada y polémica, criticada durante su tiempo en la Casa Blanca (1981-1989) por su derroche en un momento de crisis económica y su costumbre de consultar a una astróloga para programar la agenda de su marido.
Pero también fue una voz vital en las decisiones del expresidente republicano, al que convenció para despedir al jefe de gabinete de la Casa Blanca, Donald T. Regan, para superar el escándalo “Irán-Contra”, por el que EE.UU. financió ilegalmente a la “contra» nicaragüense mediante la venta de armas a Irán. Poco exitosa como actriz, Nancy Reagan se entregó con absoluta devoción a su matrimonio desde 1952 y dedicó a la carrera política de su esposo la misma ambición que le había despertado el cine. “Mi vida comenzó con Ronnie”, aseguró Nancy en una entrevista en 1975, antes de convertirse en primera dama.
Ese tipo de declaraciones no sentaron bien al movimiento feminista que florecía en el Estados Unidos de los 80, pero también favorecieron su imagen entre los conservadores y permitieron que Nancy apareciera en la lista anual de las diez mujeres más admiradas del país durante toda la Presidencia de Reagan.
Nacida como Anne Francis Robbins en 1921, fue la hija de una actriz y un vendedor de coches, que se divorciaron poco después de su nacimiento. Se crió en Nueva York y estudió Arte Dramático en Massachusetts, con la esperanza de traducir su esbelta figura y grandes ojos en una sólida carrera cinematográfica..