Millenials, centenials, o simplemente, nativos digitales. Los niños y jóvenes de hasta 18 años nacieron y crecieron con internet, descubriendo un mundo nuevo lleno de posibilidades, de conocimiento y de entretenimiento. Y desde 2007, con la aparición de los teléfonos inteligentes y un par de año más tarde de las tablets y computadoras portátiles más livianas, se incrementó la dependencia hacia las pantallas.
Esas mismas pantallas que cada vez más tiene una gran influencia en ellos y los convierte por primera vez en menos inteligentes que la generación pasada. Así lo afirma el neurocientífico francés Michel Desmurget, que alerta en su libro, ‘La fábrica de cretinos digitales’, que la sobreexposición a la tecnología con fines de entretenimiento lastra el desarrollo de las nuevas generaciones, al punto de que son hoy la primera generación con un coeficiente intelectual (CI) más bajo que el de sus padres.
El doctor en neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia, cita al llamado “efecto Flynn”, que es la subida continua, año por año, de las puntuaciones de cociente intelectual, llamado así por Richard Herrnstein y Charles Murray en su libro The Bell Curve para hacer referencia al investigador político neozelandés James R. Flynn, que fue quien dedicó el mayor interés al fenómeno y lo documentó para todas las culturas. Desmurget entiende que esto ocurre debido a la gran exposición que tienen los niños y jóvenes frente a distintas pantallas, quienes se ven afectados en sus principales fundamentos de la inteligencia como el lenguaje, la memoria, la concentración y la cultura en general, cosa que se ve reflejada en su rendimiento académico, por ejemplo en las conocidas pruebas PISA.
“Los principales fundamentos de la inteligencia de una persona, es decir, lo que nos ayuda a organizar y entender el mundo, están amenazados psíquicamente y también físicamente. La arquitectura cerebral se construye a medida que crecemos y sus características finales dependen de la experiencia que transitamos la cual modifica tanto la estructura como el funcionamiento de nuestro cerebro. Así es como en respuesta a las vivencias, algunas áreas del más complejo de nuestros órganos se vuelven más gruesas, otras más delgadas; algunas conexiones se desarrollan, otras se desvanecen. Por ejemplo, se ha demostrado que el uso de videojuegos de acción conduce a un engrosamiento en ciertas regiones motoras relacionadas con la manipulación del joystick o el procesamiento de recompensas, las mismas que se ven involucradas en la adicción”, precisó el experto.
En su libro cita varios estudios científicos que han probado como el CI ha comenzado a descender en países como Francia, Holanda, Finlandia, Noruega y Dinamarca. Para fundamentar su exposición, el experto cita a Mark Bauerlein, profesor de la Universidad Emory en Atlanta (Georgia), que sostiene que esta es la generación más estúpida que haya habido nunca.
«Los científicos están de acuerdo en que el lenguaje, la capacidad de atención y la de memorización se han reducido en esta generación. Además, un reciente informe de la Comisión Europea destaca que uno de los principales obstáculos para la digitalización de los colegios es la “escasa competencia digital de los estudiantes”. También cita una investigación realizada por la Universidad de Stanford que concluye que la capacidad de la generación digital de extraer información disponible en internet es terriblemente baja, tan baja que consideran que representa “un peligro para la democracia”.
En contra del postulado que las nuevas generaciones necesitan de más tecnología al punto que no pueden vivir sin ellas, Desmurget afirma que la mayoría del tiempo que pasan los chicos y jóvenes frente a cualquier pantalla, con preferencia a los smartphones, es recreativa y no educativa. «Los preadolescentes usan trece veces más la tecnología para divertirse que para fines relacionado con la escuela. Los adolescentes, cerca de ocho. El tiempo que los chicos y jóvenes pasan ante un dispositivo digital es abrumador. En los países occidentales los niños menores de dos años pasan diariamente casi tres horas delante de una pantalla, entre los 8 y los 12 años están casi cinco horas al día, de los 13 a los 18 años su consumo roza las siete horas diarias. “Un joven a los 18 años pasó frente a una pantalla el equivalente a 30 cursos escolares o 15 años de jornada laboral completa”, precisó Desmurget en su libro.
El fenómeno que tuvo lugar en los últimos años de la evolución de plataformas del estilo “a demanda” generó nuevas formas de consumir medios audiovisuales. Y los niños y jóvenes son los que más expuestos están a esta novedad. Además, en el campo de las aplicaciones, se asiste a un “salto” desde la computadora de escritorio a los teléfonos inteligentes, lo que facilitó el acceso a estas en cualquier lugar y momento. Si a eso se le suman valores de obesidad infantil y sedentarismo crecientes en todo el mundo, el combo tecnología + falta de actividad física + sobrepeso parece ser letal. En eso probablemente fundamentó la Organización Mundial de la Salud (OMS) sus primeras recomendaciones sobre el uso de pantallas en la primera infancia, que difundió en abril de 2019 y que se basan en que los niños de menos de un año no deben ser expuestos a ningún tipo de dispositivo electrónico. Además, aseguran que los niños de dos a cuatro años tampoco deberían tener más de una hora por día de lo que llaman “tiempo de pantalla sedentario”, que incluye juegos de computadora o televisión.