Naufragando en las olas de la imagen

Naufragando en las olas de la imagen

Samuel Luna

Las olas de la imagen son gigantescas, nos arrastran y nos hacen perder el control de la real esencia y simpleza de la vida. En nosotros dominan los  forma de apellidos, las posiciones, los ingresos económicos, y hasta con quien nos relacionamos; estas son las imágenes que usamos para sentirnos que somos exitosos y poderosos. Nos volvemos vanidosos y al mismo tiempo nos sentimos vacíos y sin destino. La imagen es falsa y no es real. No representa la esencia del ser. La imagen es una duplicación falsificada y una construcción de la realidad social que nos rodea. La usamos para maximizar, para atraer  y para generar aceptación, en el caso de nosotros, los seres humanos.

El tsunami de la imagen nos tumba el pulso, nos “carnaliza”, nos vuelve irreconocibles e inhumanos; sí, insensibles. Llegamos más lejos con los animales que con el mismo prójimo, aquel a quien debemos proteger. ¡Pero no!

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El deseo de mantener la imagen nos  pulveriza. En la política perdemos la capacidad de actuar con una dimensión colectiva. En el negocio, desarrollamos y abrazamos una imagen que nos distancia de forma abismar. En la religión, la imagen, no nos permite ser transparente. En el arte, dejamos de transformar, y nos convertirnos en una figura irreconocible; porque el artista quiere ser conocido y desea ser el único entre tantos.

Esta reflexión va dirigida a todos los que trabajamos con personas, con grupos, con la sociedad. Somos parte de una escultura quebrada y debemos arreglarla; pero la imagen y la fabricación de esta no nos permite evolucionar de forma integral y humilde. Debemos entender que somos pasajeros en esta tierra, somos únicos, somos diseñados para cooperar y para ayudar a los demás. Cuando el político dominicano entienda esta perspectiva será más efectivo, más feliz y más aceptado.

No somos una figura de adorno, no somos una apariencia de algo, somos real, pero debemos dejar que nuestra realidad respire y salga en medio de esas olas que nos diluyen de forma sigilosa y cortante. Somos único, poseemos una capacidad para construir lo destruido. Debemos usar esas fortalezas; pero, la imagen nos enamora, nos crea mentiras disfrazadas de verdades. En esta reflexión nos invitamos a brincar y a saltar de aquellas olas que nos opacan y nos ahogan en las falsas imágenes. Hay tiempo, podemos ser reales.