Con la salida de los Trujillo del país a finales de noviembre de 1961, llegó la ansiada libertad. No pudo ser inmediatamente después del ajusticiamiento porque para entonces nada había cambiado, excepto la presencia del tirano, en la vida cotidiana bajo terror que vivía el pueblo dominicano.
Poco a poco, a partir del mes de julio, la libertad fue consigna de improvisadas marchas de jóvenes por las calles de cualquier ciudad, y ya para noviembre era un clamor insostenible para la dictadura.
PATRICIA SOLANO Y JUAN MIGUEL PÉREZ
La jugada de Balaguer, que estaba en la presidencia como titular, fue distanciarse lo más que pudo de los Trujillo. Por eso pide al Congreso devolver el nombre a la capital, que desde 1936 era Ciudad Trujillo, y así el 23 de noviembre de 1961 vuelve a ser Santo Domingo. Ese día hubo festejos; un grupo de muchachos se fue al parque Colón y allí entonaron el Himno Nacional, entre otras celebraciones.
Otros símbolos cayeron: la gente borraba con pintura la franja de las placas de los vehículos que decía “Era de Trujillo”. Caían letreros, tarjas y estatuas, muchas veces con ayuda de militares que luego eran aplaudidos por felices muchedumbres.
El reto político era todavía mayor. Trujillo concentraba en sus manos gran parte de la actividad económica del país; sus esquemas monopólicos eran un problema para el porvenir democrático. Para el pueblo, la libertad era poder por fin hablar sin miedo, expresarse, no tener que alabar a nadie y poder reunirse con otra gente a voluntad. Circular sin miedo a caer preso, expresar una militancia partidista (durante la dictadura existía un único partido, el de Trujillo) o simplemente no pertenecer a ninguno. Eso era libertad, y realmente, la caída de la dictadura fue un cambio en ese sentido.
A 60 años de aquel momento, aún es evidente el cambio, sin embargo, el proceso posterior de democratización, abortado en el golpe de Estado de 1963, ha quedado trunco.
Aquellos bienes robados, y en apariencia recuperados, no han hecho más que pasar a pocas manos, y he aquí una República Dominicana con unos niveles de desigualdad tan elevados que no permiten llamar plenamente democracia a esto que vivimos.
Una confusión enorme embarga al dominicano de hoy. ¿Es esto democracia? ¿Y cómo era la dictadura? La impunidad permitió que los perpetradores de crímenes diluyeran los hechos en una medida tal, que algunos hasta llegan a la audacia de señalar aquel régimen como modelo de orden.
Irónicamente, la política actual hereda todos los vicios que permitieron a Trujillo permanecer en el poder: robo al erario, aprovechamiento de los puestos públicos para provecho personal, autoritarismo, concentración de poder y culto a la personalidad.
Basta ver el comportamiento de un funcionario actual para identificar cualquiera de las anteriores, a veces todas.
En noviembre de 1961 la dictadura trujillista cayó. Sus prácticas no. Están en la cultura política que predomina, y seguimos celebrando fiestas. Navidad con libertad, sí. Todo lo demás está pendiente.
Otros símbolos cayeron: la gente borraba franja de las placas de los vehículos que decía “Era de Trujillo”