La música, fuegos artificiales, adornos e incluso ciertos aromas que son habituales durante las fiestas navideñas, dan lugar a una sobre estimulación sensorial que puede llegar a alterar a personas que tienen trastornos del neurodesarrollo, particularmente del espectro autista (TEA) y Síndrome de Down.
Desde el área de psicología de la Asociación Dominicana de Rehabilitación, Ruth Esther Kelly Rubio entiende que las fiestas decembrinas son espacios para el disfrute y, para que sean plenas, debe participar el núcleo familiar completo.
“Las fiestas serán exitosas en la medida que las familias disfruten unidas, respetando siempre la diversidad y las condiciones particulares de cada miembro.”
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En todo caso, los familiares deben estar atentos a las señales como llanto, gritos, golpes, conducta agresiva y algunas que pueden pasar desapercibidas, como el retraimiento o gestos de desagrado, ante los cambios o el incremento de los estímulos visuales y auditivos.
Muchas veces los padres, madres y cuidadores no son conscientes de cómo esas celebraciones afectan a las personas con discapacidades intelectuales y, por eso, la psicóloga, que trabaja en evaluación, diagnóstico y terapia conductual en la sede de Rehabilitación, ofrece orientaciones que ayudarán a evitar situaciones incómodas.
“Gestionar la inclusión, evitando episodios de ansiedad o de crisis emocional, reviste solo ganancias para el núcleo familiar, evitando que la alegría de unos altere a los otros”, dice la profesional, al tiempo que recomienda, como primer paso, la elaboración de un calendario visual y socializarlo, para que los integrantes de la familia con alguna condición sepan qué sucederá en cada momento.
Será valiosa la lectura y dramatización de cuentos navideños o alegóricos a la fecha a cargo de toda la familia, incluyendo música suave y canciones simples; también que toda la familia participe en la elaboración de manualidades y montaje de las decoraciones, así como la elaboración de alimentos y postres, teniendo en cuenta siempre los intereses y gustos de las personas que viven con alguna discapacidad.
Los nuevos olores, colores y objetos deben ser parte de un período de adaptación gradual, de modo que las personas en el espectro autista (TEA) o con Síndrome de Down, se familiaricen con esas novedades y las integren a su experiencia, para que no sea chocante llegado el momento de la festividad. Lo que los expertos llaman el procesamiento sensorial vinculado al ambiente.
Es preciso que, incluso, si se recibe la visita habitual de una persona, niño o adulto que vive con alguna discapacidad (sobrino, ahijado, primo, etc.), tener en cuenta los detalles para proporcionarle un espacio de relajación y que la visita sea exitosa.
Las personas en el espectro autista, por ejemplo, son muy sensibles a los cambios en su rutina, sonidos muy agudos, algarabías y a los tumultos, dice la especialista.
Además de mejorar la cohesión familiar, la fiesta de Navidad también es escenario para mejorar la comprensión y el manejo de los miembros con alguna discapacidad, pero, también brinda la oportunidad de observar y detectar comportamientos exagerados o inusuales en los más pequeños, para luego determinar la intervención profesional.
“En caso de que no sea posible controlar estos detalles, hay que ubicar un espacio neutro, donde la persona con determinada condición pueda estar en calma. Pero, solo cuando se necesite, ya que la idea es que sea parte, no aislarle”, explica Kelly, quien es egresada de la Universidad Nacional Evangélica (UNEV) y posee un máster en Ciencias del Matrimonio y Familia, de la Pontificia Universidad Lateranense de Valencia, España.