Según la solicitud de coerción a los miembros de la estructura criminal desmantelada en la Operación Caimán, a los que el Ministerio Público atribuye el control del narcotráfico en la región sur del país, la red logró traficar más de 28 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos, Puerto Rico y Europa.
En el documento el órgano persecutor asegura que posee más de 80 pruebas contra los imputados, entre las que incluye las transcripciones de las conversaciones a través de las cuales los miembros de la red coordinaban el trasiego de la droga, a los que acusa de asociación de malhechores, tráfico internacional de drogas, lavado de activos, y porte y tenencia de armas.
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El Ministerio Público sostiene que los imputados son integrantes, en su mayoría, de narcofamilias que como los Florián, los Gloria, los Cuevas y los Féliz, entre otras, mantenían el control del tráfico de drogas en la región Sur, principalmente en Peravia, Barahona, Pedernales y Azua, pero que continúa ampliando sus investigaciones para determinar si hay otros implicados. Y parece que así es, que no todos cayeron en la Operación Caimán, en la que las autoridades locales recibieron la colaboración de la DEA y el Comando Sur.
El pasado fin de semana la DNCD y la Armada anunciaron la confiscación de otros 400 paquetes de cocaína en las costas de Peravia, operativo en el que apresaron a dos hombres que se desplazaban a bordo de una lancha rápida. No descarte usted entonces que mañana o dentro de unos días volvamos a escuchar sobre otro decomiso de cocaína en las costas sureñas, pues a pesar del golpe que acaba de recibir el narcotráfico no descansa ni se rinde jamás.
Mucho menos si ya ha logrado crear, como asegura el Ministerio Público en su solicitud de coerción, una “cultura” que ha convertido el narcotráfico en un negocio familiar gracias al poder corruptor del dinero que genera, que encontró terreno fértil en la región donde más hace falta por ser la más pobre y olvidada por los gobiernos.