Por Julio Ravelo Astacio 2/2
En estas pocas palabras descansa la clínica. Todos los profesionales de la medicina sabemos que una historia clínica bien realizada, organizada, sistemático, pormenorizado, nos permite una aproximación importante a la impresión diagnóstica…a la relación médico-paciente. Este último siempre valorará la atención y el cuidado que su Dr(a) le dispense, y que a partir de ahí se estrecharán o no los vínculos tan necesarios entre el médico y su paciente.
Las analíticas, unido al estudio de imágenes, que en los últimos tiempos ha tomado un sitial de primer orden, permitirán el diagnóstico definitivo, lo que a su vez nos llevará al tratamiento adecuado y la adherencia al mismo por parte de nuestros pacientes.
Como se puede apreciar, es un proceso complejo, delicado y en donde los conocimientos, la perseverancia, la experiencia y el respeto por el ser humano enfermo alcanza dimensiones muchas veces inimaginables. Es un verdadero y comprometedor trabajo que el equipo de salud debe abordar de manera solidaria, debiendo cada área, aportar lo mejor de sí para contribuir a la recuperación de nuestros pacientes.
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A mis estudiantes pongo como una de sus tareas leer y luego comentamos la descripción del bosque chileno que el inmenso Neruda realiza de manera magistral.
Llevar a los demás parte de lo que usted sabe o conoce, es conducir al otro al crecimiento y la superación.
Quien asume con responsabilidad y sentido del deber la educación, no puede obviar oportunidades para motivar al crecimiento de nuestros jóvenes. Aquellos que tomamos en serio la enseñanza, reconociendo como ella contribuye no sólo a la formación técnica o profesional, sino que la misma es mecanismo motivador para sentar la existencia humana en valores que contribuyen a una convivencia digna y respetuosa para con los demás.
Partiendo de la idea de que siempre se puede aprender. Dejemos de lado los años. Es cierto que la tierna edad puede facilitar la adquisición de conocimientos y destrezas, pero hoy nadie niega la capacidad de adquirir conocimientos y habilidades en personas de la tercera edad y las dimensiones de los mismos en los años por vivir.
Educar, generar conocimientos, motivar, provocar optimismo, enseñar a superar dificultades, es tarea propia de maestros y profesores. No obstante, se hace evidente como personas que, a veces no están ni alfabetizadas, son capaces de darnos increíbles lecciones de vida.
Si usted conoce o sabe algo, no necesita de un título para enseñar. Basta y sobra que entienda lo útil que esa información o destreza pueda serle provechosa a otra persona, como a ud le fue. Procure transmitir esa experiencia con buena disposición.
Haga que el otro se interese, motívelo a hacerlo. Si lo hace ya ud está ejerciendo la función de maestro.
De los poetas podemos aprender mucho. Ellos son visionarios, soñadores que tocan las estrellas, observan las caras de la luna, se deslizan en las aguas amplias de un largo río, en las olas del mar, también en el mar sin olas, viven las montañas, sintetizan sus colores, nos hacen escuchar el rugir del viento aunque no sople la brisa, descansar en la placidez de un lago, tomar la frescura del agua de un manantial inexistente, sentir la majestuosidad de un amanecer, la tranquilidad serena de un atardecer que nos invita a compartir o al recogimiento. Pero, además, nos muestran su sensibilidad al dolor, al sufrimiento, al conflicto, al amor, las luchas sociales, la libertad, la vida.
Amén del deleite que nos provoca la lectura de sus obras. Vaya de nuestra parte, un merecido reconocimiento a nuestros escritores y poetas.
Decirles cuanto atesoramos y valoramos todo eso que generosamente nos ofrecen.