No aceptó ser la presidenta de la Suprema Corte

No aceptó ser la presidenta de la Suprema Corte

Fue la primera abogada dominicana que subió a un estrado. Sentó jurisprudencia al introducir leyes que favorecen a la mujer, alcanzando así su igualdad jurídica y social. Triunfó en la defensa de adolescentes abusados. Brilló como catedrática y sobresalió como una de las mejores juristas del país, reconocida por colegas de su tiempo.

Trabajó en la actualización del Código de Procedimiento Civil y presidió comisiones de estudios y reformas de leyes discriminatorias del sexo femenino. Fundó asociaciones de abogados. Era tan capacitada como magistrada, que le ofrecieron, en 1997, la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, pero ella declinó la distinción. El juez Rafael Luciano Pichardo reveló el dato al despedirla en el funeral, y agregó que el rechazo “no fue óbice para que se entregara con ahínco y entusiasmo distinguiéndose por su laboriosidad, pulcritud, talento e imparcialidad”.

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Margarita Altagracia Tavares Vidal, sin embargo, no hablaba de sus logros. Era reservada, callada, no se vanagloriaba, sus conquistas quedaban guardadas en su personalidad sencilla, celosa de su privacidad.

Huía del protagonismo y al rehusar, expresó con modestia: “Yo no tengo la fuerza para hacer las reformas necesarias”. Sin embargo, se la encontraba a diario, a pesar de su edad, frente a una montaña de expedientes estudiando casos de su área. Concluía tarde y se llevaba a casa la documentación para seguir analizándola.

De Margarita habla su hija Carmen Rita, a veces interrumpiendo la conversación por el inevitable llanto.

Su madre comentaba: “Un juez es como un sacerdote, lo que dice un juez es un secreto de confesión” y no citaba ni a sus clientes.

“Mi mamá fue, junto con Margarita Peynado, de las primeras abogadas, fue la que subió a estrado”, expresa.

Aparentaba sencillez de temperamento, pero Carmen Rita revela que “tenía un carácter férreo. Papá decía que era un general de muchas estrellas y que se las había ganado todas”.

No alardeaba por descender de familia ilustre, como fue su padre, Froilán Tavares hijo, estudioso de todas las ramas del Derecho, escritor y educador. Y su esposo, el periodista, literato, abogado, maestro y lingüista Alberto Malagón.

“Mi abuelo alentó la carrera universitaria de mamá, fomentó en sus hijos la igualdad de oportunidades y los apoyó para que fueran profesionales, pero no les impuso la profesión. Ella y su hermano Froilán fueron abogados. Fundaron en 1948 la Oficina Tavares. Actualizaron y reeditaron la obra de mi abuelo “Elementos del Derecho Procesal Civil Dominicano”, refiere Carmen Rita.

Pionera

Margarita Altagracia nació en San Pedro de Macorís el 28 de abril de 1924, hija de Froilán Tavares hijo y Carmen Vidal Martínez. A sus siete años se trasladaron a Santo Domingo e ingresó al colegio Serafín de Asís y luego al Instituto de Señoritas Salomé Ureña. Obtuvo título de Doctor en Derecho en la Universidad de Santo Domingo el 28 de octubre de 1947.

De su matrimonio con Alberto Malagón es su única hija Carmen Rita.

Fue nombrada notario público en 1952. Estuvo entre las fundadoras de la Asociación Dominicana de Abogados y de la Academia Dominicana de Estudios Jurídicos. Presidió la comisión sobre los derechos de la mujer de la Asociación Dominicana de Abogados; fue presidenta de la comisión de estudios y reformas de las leyes que discriminan la mujer.

Participó en la elaboración de las leyes que modificaron el Código Penal para sancionar la violencia de género y abusos contra adolescentes y tomó parte en la redacción del código para la protección del menor. Fue árbitro del Consejo de Conciliación de la Cámara de Comercio y Producción de Santo Domingo y miembro del Comisionado para la Reforma y Modernización de la Justicia.

Impartió cátedra de posgrado en la UASD sobre Derecho civil y regímenes matrimoniales.

Falleció en abril de 2011

Carmen Rita confiesa que su madre le dejó el ejemplo “de una mujer íntegra, completa, segura de sí misma, excepcionalmente brillante, recta, orgullosa de su familia y consciente de su labor en la vida. Era clara y conocía sus límites”.

Escuchaba misa dominical en el Convento de los Dominicos y amaba los gatos.

La calle

Margarita Altagracia Tavares Vidal fue reconocida con una calle de La Castellana, por iniciativa de la Junta de Vecinos de ese sector, presidida por Varinia Caamaño, y de otras entidades.

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