La llamada “revolución educativa” en la enseñanza pública no es el principal logro de la administración del Presidente Danilo Medina, que cumple hoy el tercer aniversario de su juramentación, aunque reconozco que el gobierno concede a la educación el merecido sitial prioritario dentro de las políticas que ejecuta.
Los resultados de la inversión en educación son mensurables a largo plazo debido a su impronta colectiva, y abarcan hasta generaciones. Construir escuelas, introducir la tanda extendida y el desayuno escolar son iniciativas importantes, pero se sitúan en la parte exógena de un proceso que suele prolongarse, reclama consistencia y continuidad del Estado, ciclo durante el cual el maestro capaz tiene que ocupar el centro, apoyado por los pensum adaptados a nuestras demandas socio-económicas, políticas, culturales y tecnológicas del presente. El país ocupa los últimos lugares de la UNESCO en lectura y matemáticas, y tal desvergüenza no se supera a corto plazo.
Además, la UNESCO se ha demorado en declarar al país libre de analfabetismo, como estaba previsto haría en diciembre del 2014, en virtud de las metas alcanzadas con el Plan Nacional de Alfabetización y en “Quisqueya aprende contigo”, dirigidos a los adultos iletrados. No se han dado explicaciones.
Creo que el principal logro del Presidente Medina consiste en haber consolidado la soberanía nacional, enfrentando con valentía el creciente proceso inmigratorio y definiendo el otorgamiento de la nacionalidad dominicana a la luz de la sentencia del TC. Abrió el Libro de Extranjería y cumple el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, concomitante a la subsiguiente amenaza de deportaciones, instrumentos soberanos rechazados por Haití y su tinglado internacional.
Hace tres años la regularización de extranjeros no era prioridad para Medina, pero la defensa de la soberanía nacional es su principal logro.