J. DE FRANK CANELO
Para el que no sabe, violencia es lo que se vivió en Medellín y en el resto de Colombia. Se debe tener cuidado. Cuando se dice lo que no hay, le estamos haciendo daño a la imagen del país. Lo que tenemos es una ola de crimen. Y, no crean que los partidos políticos tengan algo que ver con ella; si así fuera, ya no sería eso lo que habría, sino una situación de terrorismo.
Por eso, en la República Dominicana tampoco tenemos terrorismo!
Esa ola de crimen se veía venir.
Los criminales, por lo general comienzan dentro de sus propios barrios, y después que todo el mundo ya los conocen, se mueven a otros sectores inmediatos. Así, poco a poco, se expanden hasta alcanzar casi toda una ciudad y hasta todo un país. Por eso es que al crimen masivo se le llama «ola». Se esparce como el agua en la arena de la playa.
Por ejemplo: el que comete un crimen en Vietnam, después que ya lo conocen se mueve hacia La Barquita, cuando allí lo conocen se va a Los Mina, de Los Mina al Ensanche Ozama, a Villa Duarte, cruzan el puente y se mueven a la Zona Colonial, Ciudad Nueva, Gazcue y así sucesivamente hasta alcanzar las áreas donde viven los ricos arrastrando con ellos a sus imitadores.
Entonces surge el pánico porque nadie esperaba el problema frente a su casa. Hasta llegar el día en que, si no se contiene la «ola», todos se acostumbrarán y dejan de hablar tanto, salvo que ocurra algún hecho trascendental.
En México, Puerto Rico, Brazil y Venezuela vivieron el pánico. Allá todavía no contienen sus niveles de crímenes, y, ya no hablan tanto de los incidentes que ocurren. En México la «ola» fue tan grande que escandalizó. Con el tiempo, y sin solución, la gente llegó a verlo todo «como una rutina».
«Tu vas a salir?, cuídate, eh?», se dicen.
Causas: a pesar de que el crimen en sus orígenes tiene razones más complejas, las «olas» ocurren cuando entre ricos y pobres existen grandes brechas. Acá hay gente que no come, mientras a otras muchas les sobra. Hay gente extremadamente ricas, y otras extremadamente pobres.
Agréguele los casi 17 deportados que semanalmente nos devuelven del extranjero, y eso es como «echarle leña al fuego». Los deportados llegan con más necesidades y pobreza que las que tenían cuando se fueron.
Ahora que vemos las causas, cual sería la solución?
En Nueva York, donde la ola de crimen duró desde los 70 hasta los 90, el ex-alcalde Guilliani pudo contenerla. No con teorías criminológicas ni métodos policiales. La pudo contener dándole ayuda pública a los pobres de la ciudad, mejorándoles lo que allí llaman «welfare».
«No tiene con que pagar su alquiler mensual?, en una oficina pública se lo dan; no tienen con que comprar medicina?, las obtienen gratis; tampoco tiene que comer?, le dan ayuda para que vaya al supermercado. Quiere trabajar?, entonces, como Clinton tenía la economía «buena», habían sitios donde los mandaban a trabajar.
Ese fue el «milagro» de Guilliani por el que México le pagó un millón de dólares para que les ayudara a resolver su «ola». Nosotros, el año pasado, por poco lo contratamos y le damos otro millón.
Creíamos que el señor Guilliani tenía una varita mágica!
Las autoridades dominicanas que hagan su trabajo como puedan. Pero, que lo hagan. Aún si tienen que defenderse cobrando vidas. Pero, que hagan el trabajo sin dar razones a que sus resultados sean puestos entre comillas («») o en cuestionamientos.
El presidente Leonel Fernández, abogado, vivió en Nueva York y conoce la «magia de Guilliani», por eso, ya su nuevo gobierno ensaya con planes de beneficencia y ayuda social para la gente.
Pero, los empresarios también tienen que ayudar pagando sus impuestos y creando puestos de trabajo, poniendo el dinero a correr, no dejándolo dormir en los bancos.
Sino, como van las cosas, un día se despertarán y tendrán a un ladrón parado frente a su cama.