Coincide la “segunda ola feminista” -el sufragismo- con el activismo pacifista en tribunas, revistas y clubes de féminas que explicaban las contrariedades de la guerra, solicitaban a los gobiernos a no involucrarse ni apoyarla… Y, claro, promovían estrategias para la paz. Sin dudas, temían lo que habían vivido en la primera contienda bélica mundial y en las intervenciones militares, por lo que querían detener los tiempos beligerantes y complejos.
De hecho, para 1935, Petronila Angélica Gómez Brea crea el “Círculo Pro Paz”, promoviendo el desarrollo de acciones contra la guerra entre “damas de buena voluntad”. En la carta que remite a las suscritoras escribe: “La mujer de esta época, en su constante acción renovadora y reformadora, está plenamente convencida de que la guerra, lejos de resolver los diferendos internacionales, en sus funestas consecuencias trae a los hogares el desastre económico, la desolación y el luto”.
De seguro, la lectura, edición y posterior publicación en la revista Fémina del “Congreso Feminista Mexicano de la Liga Panamericana de Mujeres”, en 1923, cuyo primer manifiesto era “abolir las guerras”, motiva otras acciones pacifistas tanto de Gómez Brea, como de sus compañeras de la redacción -Consuelo Montalvo de Frías y María Luisa Angelis de Canino -, así como de las fervientes lectoras.
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¿Y qué decir de las periodistas feministas colaboradoras? Para 1936, la feminista peruana Mercedes Palacio de Garriga es quien informa en toda Iberoamérica sobre las vindicaciones de la española Clara Campoamor en el Congreso de ese país para advertir sobre la contienda civil que comienza en julio de ese año; clamor une a todas las mujeres que buscaban la ciudadanía. Clamor que señalaban era “en defensa a la vida, la humanidad, las mujeres madres y de sus hijos soldados”.
“Es aquí donde cobra valor la actitud heroica de la señorita Diputada a las Cortes, la ciudadana Campoamor, cuando en plena sesión pública pidió que fuera suprimido íntegramente de presupuesto de guerra. El caso fue sonado. Hubo muchas rechiflas, burlas, censuras y aspavientos; pero sus concepciones la colocaron en el más alto pedestal feminista; puesto que, si bien es cierto que su noble anhelo es imposible, no dejó de representar el papel de una extraordinaria Embajadora de la Paz (sic). ¡No más guerra! ¡Más guerra no!, gritó a viva voz”…
Previamente, para 1934, la feminista puertorriqueña, María Más Pozo, hace todas las acciones para conformar entre Nueva York, República Dominicana y Puerto Rico, una asociación de mujeres que exigiera a los Gobiernos no recurrir a las guerras y que se instaura la cátedra de la paz en las escuelas. Incluso propone una huelga de mujeres, tomando las referencias del abogado y activista hindú Mahatma Gandhi.
Junto a Petronila Angélica Gómez Brea, también en 1935, demuestra su acción pacifista la primera abogada dominicana Ana Teresa Paradas que recolecta firmas en el país para enviarlas a la campaña de la feminista estadounidense, Esther J. Crooks, también comprometida a sensibilizar a los gobernantes y a la ciudadanía de los estragos bélicos.
De hecho, ya en el último año de la edición de la revista Fémina, específicamente en mayo de 1939, se reproduce un reporte de Prensa Libre, de Costa Rica, para que se realice el acto de juramento instituido por la Liga Americana de Consolidación de la Paz en el Colegio Superior de Señoritas, por las feministas Máxima Olmos de Jiménez, de Argentina, y Ángela Acuña de Chacón, costarricense. Cuatro meses después el mundo se sumía ante la Segunda Guerra Mundial.