Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber? Juan 18: 11
Jesús conocía la voluntad de Dios, y se esforzaba para que todo lo que pudiera levantarse en contra no prosperara. Pues Él quería que se cumpliera, aunque el precio que tenía que pagar era muy fuerte.
No todos estamos en la capacidad para pagar este precio, porque no entendemos lo que alcanzamos cuando esa voluntad se hace. Por esto, será atacada por el enemigo para que no se cumpla, haciéndonos la guerra sin parar. Entonces, si no estamos en el espíritu, no podremos resistir.
No nos rebelemos en contra de lo bueno, agradable y perfecto que Él nos tiene desde antes que se formara el mundo y fuéramos concebidos, ni nos sometamos a la voluntad de nuestro enemigo, la cual es mala, desagradable e imperfecta. No permitamos que cosa alguna nos impida hacer lo que Él nos ha ordenado, aunque parezca difícil, doloroso e imposible. Batallemos contra toda oposición, aun hasta con nosotros mismos, quienes no queremos entender que a lo que Dios hace nada hay que añadirle ni quitarle.