En estos días de conmemoración de 159 años de la Restauración de la República, gran parte de mi tiempo lo he pasado leyendo y releyendo uno de dos últimos libros que me obsequiara el culto y dilecto amigo Dr. Miguel Reyes Sánchez, intelectual, catedrático, escritor e investigador, miembro titular de la Academia de Ciencias y la Academia Dominicana de la Historia, titulado “La Expedición Haitiana de Dessalines a Santo Domingo”.
El libro de 97 páginas cita abundantes criterios de intelectuales y escritores dominicanos y extranjeros que enjuician los hechos históricos referentes a aquella terrible expedición (1805) evaluando los actos vandálicos cometidos por las huestes haitianas encabezadas por su autoproclamado emperador de Haití, Jean Jacques Dessalines, “de pocas luces”, “autoritario” “severo y sanguinario cabecilla que en nombre de un feroz odio de razas, esparció por todo el territorio insular la muerte, la desolación y la ruina”.
Una vez declarada la independencia de Haití y liberado del sistema de esclavitud y explotación reinantes en esa nación sus dirigentes y el pueblo tuvieron como objetivo y propósito “exterminar la población blanca en territorio haitiano, incluyendo mujeres y niños y “recuperar la posesión de la parte integral de sus dominios y arrasar (léase el este de la isla) hasta el último vestigio del ídolo europeo”, teniendo su pretenciosa ambición por consigna: “La isla es una e indivisible o se hunde la isla”, queriendo poner bajo el dominio absoluto de su hegemonía al pueblo dominicano, entonces colonia francesa.
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El autor destaca en su obra la heroica resistencia sostenida por el general Ferrand y del pueblo dominicano frente a las atrocidades cometidas por los invasores haitianos que “en su ruta por los principales puestos poblados de Neiba, Baní, Puerto Plata y, principalmente, Santiago y todo el Cibao, no pudieron liberarse de las matanzas y su ruina” hasta la llegada de buques de guerra de la avanzada francesa, teniendo Dessalines que retroceder “masacrando a su paso sin piedad alguna por cada uno de esos lugares, a todos sus habitantes , sin distinción de sexo ni edad”.
La historia debe ser siempre recordada, no olvidarse. Nos deja sabias enseñanzas para evitar lo que no debe repetirse. Haití, nuestro vecino, actualmente en quiebra, vive los momentos más oscuros y difíciles de su historia. Con una población excesivamente numerosa, pobre, hambrienta, desamparada, de tierra arrasada, inútil para el cultivo, carente de recursos hídricos, asolada ahora por bandas criminales organizadas que han creado un clima hostil, de inseguridad y temores que nos obliga estar alerta.
La atinada iniciativa del presidente Abinader de amurallar todo lo ancho de la frontera con Haití; fortalecer los mandos militares de la zona; controlar y valorizar la migración haitiana y disponer cuantiosas inversiones para impulsar el desarrollo económico, social y turístico de las provincias fronterizas, es un paso de avance que merece total apoyo.