El mundo ha presenciado horrorizado las imágenes y los testimonios de los atroces y abominables crímenes cometidos por Hamas en Israel que incluyen, entre otros, la violación, tortura, secuestro, asesinato y profanación de cadáveres de niños, mujeres y hombres, publicitados descaradamente por los propios perpetradores. La justa reacción del Estado de Israel ante estos crímenes se ha visto empañada, sin embargo, por las declaraciones de Yoav Gallant, el ministro de Defensa de Israel, quien ha dicho que en la Franja de Gaza “no habrá electricidad, ni alimentos, ni gas, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”.
Como han señalado muchos observadores, se trata de la misma retórica usada por los nazis respecto a los judíos, a los que llamaban “subhumanos”, así como “los peligrosos o enemigos fueron parásitos para los soviéticos”, como bien nos recuerda Eugenio Zaffaroni. Esta deshumanización del adversario, la historia lo demuestra, es el paso previo a la guerra total -que no distingue entre combatientes y civiles inocentes y que autoriza todos los medios bélicos, aún sean ilegales- y el genocidio. Como bien advierte Rafael Narbona, en realidad “la orden israelí es un crimen de guerra”.
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Con razón, el llamado “Rasputín de Putin”, Alexander Dugin, ha aplaudido esta retórica deshumanizante del palestino. Para el filósofo ruso, el etnocentrismo es un rasgo natural e insuprimible de las sociedades. Y añade sarcásticamente: “Los rusos, por cierto, manejan el etnocentrismo de manera muy sutil. Sí, también nos consideramos el centro del mundo: la Tercera Roma, la Santa Rusia, somos una nación portadora de Dios, sí, tenemos enemigos y probablemente estén poseídos por el diablo, pero al mismo tiempo nuestro etnocentrismo es abierto. Somos bastante flexibles y muy poco proclives a deshumanizar completamente al enemigo, siempre le dejamos algo humano”.
Como bien señala Anne Applebaum, “los terroristas de Hamás no prestaron atención a ninguna ley moderna de la guerra, ni a ninguna norma de ningún tipo: al igual que los rusos, Hamás y sus partidarios iraníes (que también son aliados rusos) dirigen regímenes nihilistas cuyo objetivo es deshacer lo que queda del orden mundial basado en reglas, y poner la anarquía en su lugar”.
Sin embargo, no se supone que un Estado democrático y de derecho como Israel justifique comportarse al margen de las reglas del derecho internacional. Ya lo venía haciendo desde antes: por ejemplo, con las detenciones administrativas sin cargos ni juicio, incluso de menores de edad. Lo peor de todo es que el Estado de Israel no ha estado solo en sus violaciones al derecho internacional. Sin olvidar las más que conocidas y actuales tropelías de la Rusia de Putin en Siria y ahora en Ucrania, solo hay que recordar la tortura utilizada sistemáticamente por Estados Unidos en la “guerra infinita” contra el terrorismo que inició tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Hoy, junto con el embajador de Palestina ante la ONU, debemos proclamar: “No somos subhumanos. Nunca aceptaremos la retórica que denigra nuestra humanidad y reniega de nuestros derechos”. Como diría Zizek, no dejemos que desde el poder nos corrompan moralmente y rompan “una parte de nuestra columna vertebral ética”, para así “sofocar y deshacer lo que es seguramente el mayor triunfo de la civilización: el desarrollo de nuestra sensibilidad moral espontánea”.