Noche Mágica en segundo concierto

Noche Mágica en segundo concierto

La bellísima Obertura de la Opera Tannhäuser, del compositor alemán Richard Wagner, dio inicio el sábado al segundo concierto en el Teatro Nacional, del Festival Musical de Santo Domingo.

En su forma original la obertura es un número musical completo, una síntesis de la ópera, con hermosísimos temas que luego aparecen en el transcurso de la ópera. La magia de la noche había comenzado, Ramón Tebar dirige con pasión, con movimientos envolventes y precisos, pauta cada entrada, hace vibrar la orquesta aunque en algunas pinceladas, metales y vientos arropan las cuerdas, pero la magia se había creado y consigue entusiasmar al selecto auditorio.

Uno de los grandes logros de la Fundación Sinfonía es el haber traído en cada uno de los Festivales, destacados solistas de fama internacional; la presentación del pianista francés Jean Yves Thibaudet interpretando el Concierto No. 2 en La mayor de Franz Liszt, constituye un hito en la historia de los Festivales y quedará grabada en la memoria de los allí presentes.

Con un único movimiento íntimo dividido en secciones, el piano va desarrollando temas de gran belleza que luego desarrolla la orquesta junto al piano. La bellísima melodía que expone el corno, delicadamente, es acompañamiento para el lucimiento de Thibaudet, cuyas manos aladas se desgranan haciendo filigranas. El solo del chelo –Marius Díaz Lleal- es fascinante, el piano se torna acompañante. Orquesta y piano se funden vigorosamente hasta alcanzar el climax final, en el que el descomunal pianista, intenso y pasional, muestra una técnica impecable, fraseo elocuente y estilo, suma de un virtuosismo manifiesto. Director, solista y orquesta logran la belleza del todo. Tras la ovación recibida, el pianista agradece y deleita con un encoré, la “Pavana para una infanta Difunta” de Maurice Ravel, bella y sentimental melodía, un final para no olvidar.

Tras el intermedio, escuchamos la Suite Sinfónica “Shéhérazade”, de Rimsky-Korsakov, una interpretación musical libre, de algunos cuentos de Las mil y una noches. La partitura, con profusión de elementos exóticos y genial instrumentación representa sin duda la obra maestra sinfónica del compositor. Los diversos episodios de la suite se articulan estrechamente, teniendo como hilo conductor los breves fragmentos del solo de violín (símbolo de Shéhérazade) que se convierten en leit-motiv, e introducen cada movimiento. Cabe resaltar la destacada participación del concertino Cristian Chivu.

A través de los diferentes episodios, el primero “El mar y el barco de Simbad”, el segundo “El fantástico relato del príncipe Kalender” el compositor describe pintorescos ambientes y personajes; en el tercer episodio narra la historia de los príncipes, con hermosos colores orquestales, en el episodio final describe una fastuosa fiesta en Bagdad, donde la multitud se reúne en suntuosos bailes. La paciencia de Shéhérazade ha triunfado, y en alas de la maravillosa música, no podemos evitar evocar, el famoso ballet homónimo de Michel Fokine que inspirara esta suite de Rimski-Korsakov.

El Director Tebar, logra cohesionar la orquesta, siendo capaz de transmitir los colores y la atmósfera de sonoridades inéditas, creadas por el compositor. El público disfrutó de una noche musical exquisita en Modo Mayor.

Concierto en la capilla. El primer concierto del Festival fuera del Teatro Nacional, presentado en la Capilla de los Remedios de la Ciudad Colonial, estuvo a cargo de la joven soprano Nathalie Peña-Comas, acompañada al piano por Elioenai Medina. El concierto titulado “Canto a Hispanoamérica” estuvo conformado por canciones de arte de diferentes compositores: los españoles: Joaquín Rodrigo, Joaquín Turina, Federico Moreno Torroba, Federico Monpou, y José María Cano; los argentinos Osvaldo Golijov, y Carlos Guastavino, el venezolano Juan Bautista Plaza, el francés Léo Delibes, y el dominicano Julio Alberto Hernández.

En cada interpretación Nathalie mostró delicada musicalidad, estilo, excelente manejo de la voz y capacidad de expresión; el acompañamiento brindado por el pianista Elioenai Medina, fue determinante para el lucimiento de la cantante. El público que colmó el espacio de la pequeña capilla, disfrutó de un entrañable concierto, remanso de paz para el espíritu.

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