El mayor general (retirado) Rafael Antonio Yege Arismendy, quien para abril de 1965 era capitán, hace la afirmación aludiendo al Cuerpo de Cadetes, del cual era comandante. Fue la cabeza de más de 145 soldados que abandonaron el cuartel con destino al este y se constituyeron en una gran barrera humana para que ninguna fuerza contraria al movimiento pudiera pasar a unirse al CEFA.
Formaba parte de los conspiradores contra el Triunvirato y el 25, después del acuartelamiento y de horas inciertas, se reunieron el mayor Johnny Contín Curiel, subdirector en funciones de director, pues el titular, coronel Pedro Medrano Ubiera, estaba en el Palacio Nacional en las discusiones para la formación de una Junta Militar “y él entendía que podía ser parte”. Participaron además, Bienvenido Ruiz Mancebo, el brigadier Iván Grullón, actual rector de la UASD, y Julio Domínguez Fernández, para buscar alternativas a la situación. Yege Arismendy era el de mayor antigüedad.
“Yo propuse asaltar los carros y tomar preso a Wessin y parte de su Estado Mayor”, pero lo que primó fue abandonar la academia, y esa tarde “Contín bajó impartiéndome la orden de que saliéramos y acampáramos en las inmediaciones del ingenio San Luis, hacia el oeste”.
“Ya yo había convocado al capitán Franklin Imbert y a los brigadieres del tercer año para que tomaran las armas que había en el depósito y por primera vez desacaté una orden: marché hacia el este donde después de obtener unos camiones nos dirigimos hacia San Pedro de Macorís”.
Junto a Montero Santana ocupó otros tres camiones llenos de copra y con Arias de Moya se presentó a la fortaleza “México”. Ariscos, los centinelas y el comandante, capitán Villanueva, recibían explicaciones de su decisión cuando a un cadete se le escapó un disparo. “¡Un contingente de 265 cadetes está ahí afuera dispuesto a tomar la fortaleza!”, amenazó Yege. Entraron y acapararon las armas.
Después, agrega, ocupó “los puentes estratégicos. La principal defensa se estableció en el Higuamo. Un camión Catarey lo atravesó con la idea de impedir que pasaran refuerzos de la región este a San Isidro”. A las 7:00 de la mañana del 26 proclamaron que se sumaban al movimiento constitucionalista de Santo Domingo.
Recuerda que se encontró con el padre Ricardo Santelises, párroco de la catedral y con el comandante de la unidad naval surta en el puerto, Rodríguez Sthal. “Contín tuvo contacto con el mayor de la fortaleza, Miguel Ángel Corominas, quien dio instrucciones a Villanueva y me pidió: “Cuídeme esos muchachos”.
Yege explica que su atención estaba puesta “en las operaciones tácticas, de defensa, organizativas, como son las de un comandante”.
“Contín habló con Molina Ureña porque se corría la voz de que Juan Bosch aterrizaría en el ingenio Consuelo y tomamos medidas para que no fuera un avión de la fuerza aérea”, narra.
Mientras el pueblo se les unía, Yege enviaba cadetes a Hato Mayor, El Seibo, La Romana, para que se incorporaran. Ninguno aceptó, lo que hicieron fue intentar atrapar a los emisarios. “Ya el 26 no volví a ver al mayor Contín”, expresa.
“COMUNISTAS”
Rafael Antonio nació el 3 de enero de 1936 en Santo Domingo, hijo de Rosa María Arismendy Silva y Jacobo Yege Cheij. Antes de ingresar a la Academia Militar, en 1956, había estudiado ingeniería.
Está casado con Eunice Pereyra. Es el padre de Evelyn Eunice, Rosanna Altagracia, Rafael Antonio y Juan Carlos Yege Pereyra y de Elian Rafael y Leafar Antonio Yege de Jesús.
Atrapados, comenzaron a ser bombardeados con propaganda que los señalaba como comunistas. Su posición era ya insostenible. De ocho oficiales, cuatro no estaban de acuerdo con la rebelión por lo que estuvieron bajo control de sendos brigadieres evitando delaciones.
Aviones P-51 de la Fuerza Aérea hirieron al cadete Rivera Feliciano. A los demás las ráfagas les pasaban cerca.
Luego de entregar a Rivera a las monjas del hospital para que lo curaran “recibo un emisario del mayor Contín, que no sé dónde estaba, avisando que unos amigos habían encontrado un lugar por el río Soco para que nos escondiéramos. Reaccioné molesto, indignado, respondiendo que nosotros no nos estábamos escondiendo”.
Dispuso esperar la noche para marchar hacia la Capital cortando la línea telefónica para evitar que los siguieran. Llegaron a Sabana de la Mar y en un lanchón tomado cruzaron la bahía de Samaná. Ordenaron al maquinista girar hacia Sánchez, este se negaba “y le rastrillé el Fal en la cabeza”. Al llegar a ese municipio asaltaron la dotación militar. La de Samaná, comandada por el capitán Calcagno, “nos estaba esperando para ametrallarnos”.
En Sánchez, narra, la disyuntiva era el transporte. Uno de los oficiales, Porfirio Ruiz, era hermano del inspector del ejército, contrario al movimiento, y puso a Yege en contacto con Adriano Valdez Hilario que exclamó: “¡Carajo, déjese de vainas! ¡Regresen!”. Yege contestó que no y él replicó que Wessin los estaba esperando con los brazos abiertos.
“Sí, pero con los puños cerrados”, contestó Yege. Valdez Hilario les ofreció camiones de Nagua que Yege rechazó y Valdez manifestó: “Si es así, buena suerte, Dios los acompañe. Ustedes son unos traidores”.
El comandante de Nagua, Miller Céspedes, envió los vehículos pero los cadetes los emboscaron, bajaron los guardias y regresaron a Santo Domingo.
“Nuestra idea era seguir hasta el puente y poner a salvo el resto de los cadetes”.
El comandante se fue a la Nunciatura Apostólica en busca de protección pero el mitrado no estaba. Uno de los camiones cometió el error de desviarse de la ruta e ir donde estaban los oficiales del Cuerpo de Ayudantes “a preguntar por Lachapelle, Núñez Nogueras, y ahí se encontraba Montás Guerrero con efectivos del Batallón de Montañas de San Cristóbal”. Los cercaron y se colocaron en posición de combate. “Pudimos haber repelido pero la mayoría estaba en los camiones y se produciría una mortandad”. Depusieron las armas.
Los confinaron al campamento de la Policía, frente al Palacio de esa institución. Días después los trasladaron a San Isidro, sometidos a un Consejo de Guerra. Su abogado fue Julio César Castaños Espaillat.
“Desafiamos a Wessin a que bajara porque los jueces, mayor Juliao, que se sumó a nosotros en San Pedro de Macorís y un civil ascendido a teniente, no contaban con poder para enjuiciarnos. Tomaron decisiones bien fuertes”, declara. Los mandaron a La Victoria hasta que se firmó el Acta de Reconciliación cuando Yege se integró al comando del edificio Copello, a las órdenes del presidente Caamaño.
Al concluir el conflicto fue designado Agregado Militar en Italia. Espera que “nunca jamás nos veamos en situación de que por mezquindades y obcecación pongamos el país en un estado de retroceso como el que trajo como consecuencia el Golpe de Estado y la misma revolución donde hermanos tuvimos que enfrentarnos”.