“Cada sociedad busca establecer un
conjunto de significados a través del cual
las personas puedan relacionarse con el mundo” “La televisión, como el más”
público “de los medios, tiene sus límites.”
Daniel Bell (1919 – 2011)*
EPISTOLA I: Escapar a Daniel Bell y ser insular para narrarlo. Nos les escapamos al brillante pensador del siglo XX, brillante sociólogo de Harvard, que dedicó su tiempo a pensar a las sociedades post industriales en obra y compendios que hicieron época desde los años 60 hasta entrado los 90 del siglo XX. Observador profundo del comportamiento de sociedades e individuos, en más de una idea, debimos pasarle por la cabeza. Pero, nosotros aquí en este terruño insular, logramos escaparnos. Porque más que lo post industrial, Bell abrió una senda para el sentido común del estudio de las sociedades y las cosas: La televisión, por ejemplo, ahí debió contenernos, pero nos escapamos, repito…
Mister Bell, porque usted ni en la plenitud de su agudeza, entendería lo que nos pasa, aún cuando de modo esencial o particular, sus ideas no pretendían contenernos, sin embargo propio de la sagacidad de todo pensamiento universal, alguna vez nos rosó especialmente cuando las locuras televisivas en sus mundos modernos y post industriales, avisaban que aquel instrumento black and White, nacido en los años 50, cuando la victoria de la II segunda tejía los mitos de esa América hoy cansada, sin rumbo preciso, pero siempre agresiva y letal, se convertiría en una ciega religión de cristales oscuros, para hacer de la ignorancia la misma aldea tribal y global que su amigo canadiense, Marshall Mc Luhan, ofrecería como tesis primordial quedando coja la misma en los países del sub-desarrollo, ya Desnoes y Tomás Gutiérrez Alea, en 1968 con Memorias del subdesarrollo, desmontarían la tesis basados en el personaje deambulador en medio de los inicios de la Revolución Cubana, cuyo nihilismo no resistía las barbas y el verde olvido, muy cerca…
En otras palabras, toda predicción de lo que el medio televisivo sería, en el siglo XXI en la República Dominicana, escapaba a todo sabio vaticinio, su osamenta Mister Bell no aguantarían ni 5 minutos de programación, aquel circo humano que ofrece ideas a diestras y siniestras, donde la agresión al verbo ofrecida en su tono y acento, es un deporte o más que un deporte, el pasaporte esencial para animar un espacio. Son letanías largas de sucios barroquismos por accidente o involuntarios, confusión de la fechas y la historia misma, desconociendo a figuras internacionales cuyos referentes serian elementales, ya que con los nuevos mecanismos de búsquedas serían posible detectar biografías, correcta escrituras de nombres extranjeros: en nuestros canales de televisión las máquinas de titular para consumo público de la pantalla, son dirigidas por intrépidos gramaticidas, que en la oscuridad de la sala de control urden nuevos idiomas y formas, asesinan z por s y las vocales huyendo literalmente del agresor, se resbalan entre teclas y consolas, porque ellas están concientes de su deber: no herir pupilas al ser colocadas de un modo que no procede.
Cuando Mister Bell habló de los límites de la televisión, para nosotros nada previó, él pensó en su clara ingenuidad de académico conciliador que el asesino de letras y títulos jamás tendría acceso a ese artefacto titulador, cuyo poder corruptor del intelecto, no es broma está activo, es celoso de su misión las 24 horas del día, en las noches apenas descansa, apenas…
EPISTOLA II: No hay tristeza alguna, todos contentos: se ha democratizado la televisión, ¡¡aleluya!!… Debe advertirse como conjugar aquel verbo en la República Dominicana, desde 1961. La idea, el concepto acicalado como el peor tango del arrabal, se entendía una conquista que debía materializarse como un gran acto de reivindicación (Democractizar), ello suponía desde entonces hasta ahora, como en la mejor aspiración de los 15 minutos de fama concebidos por Andy Warhol, en sus famosos aquelarres en las presentaciones de la Revista icónica Interview, que el Santo Niño de Atocha, entre sacro y pitufo, lo tenga en gloria… Nunca se comprendió que la “Democratización”, implicaba tomar en serio una disciplina mínima para leer algo más que el papelito de la suerte del chuflay. Y en la demagogia de la clase política, analfabeta en sí misma pero a veces mejor vestida de carambola, Democratizar era ocultar las deficiencias que las factorías educativas escupen al corral urbano de una sociedad con master en simulación… La idea hoy día es vendernos que socialmente la TV está mas diversificada en su representación social, nadie eso puede discutirlo, pero en esa “diversificación” cuál es el resultado, y quién hace el ridículo público, quién… Creo que mister Daniel Bell, en la complejidad de sus argumentaciones lo que a continuación voy a decir jamás lo entendería: la Democratización era una falsa reivindicación de lo popular, ande o no ande, pero tiene una presencia y huelga hablar de la ya anciana demagogia de la pobreza… Se ha querido una “Democratización” que desconoce la meritocracia del conocimiento y sus normas para servir, en el mejor talante de las ideas, al publico que se para ante la pantalla.. Se debe observar también, desde 1961, que democratizar era un modo nuevo de utilizar la palabra de moda, para frenar a una oligarquía avariciosa de todos los espacios, en algunos casos, no en todos , mas sustentadas en su alcurnia, que en sus propios conocimientos, que todo sea dicho… Sin embargo, han pasado muchos años y de nuevo con el tufo de la demagogia barata, en el tema de los contenidos de la televisión, se pretende que todo populismo televisivo sea santiguado, por el solo hecho de sentarte frente a los focos en un plató de televisión para iniciar una especie de rebuzne colectivo, cuya resonancia tiene de premio “culturizar” a ese sector nuestro, clase obrera en los Estados Unidos de América, que piensa con fervor que aprende y se instruye…
EPISTOLA III: Esa Mascre geográfica de la realidad internacional y sus cataclismos… Según Daniel Bell, expresado con mucha lucidez en su momento, las sociedades construyen o tejen significados que le ayuden a buscar un puente de entendimiento con el mundo exterior. Si la expresión de Bell es feliz, ajustada a la lógica de un pensamiento con un mínimo de racionalidad, se ha de suponer que una sociedad insular debe hacer suya aquella frase y crear los puentes que le ayuden, con más razón estratégica, a entender el mundo exterior. Cuando ese proceso no sucede, se genera la aceptación colectiva, como noción de ausencia exterior. Se genera una visión de no existencia ante el mundo exterior y en consecuencia un desconocimiento de la nueva globalidad y sus retos.
Los comentarios internacionales de nuestra televisión, generan ensayos de cataclismos inusitados: cuando usted confunde los entornos geográficos, la precisión de los puntos cardinales, para situar países y fronteras, genera cataclismos involuntarios. No tener las herramientas para esa comunicación hacia el exterior nos lleva a caricaturizar fenómenos culturales, nos coloca en una posición de ignorancia de lo universal cuyas consecuencias revelan una pobreza de imaginación y estudio, patéticos.
No es cierto que para mirar el mundo exterior, la insularidad en si misma, es un obstáculo insalvable, no es verdad. Pero la indigencia del conocimiento, en materia de los temas internacionales, plasma en la pequeña pantalla que hasta la enseñanza de geografía en nuestros país tiene un gran déficit…
Nos escapamos, lo hemos logrado, Daniel Bell, con República Dominicana se equivocó en aquellas ideas, que no eran para sociedades post industriales y que si hablaban de lo lógico y común en cualquier sociedad con un mínimo interés por la universalidad (CFE)…