Por decenios, más bien centurias, la base del desarrollo capitalista fue la libre competencia. Fue la columna vertebral del desarrollo de la industria desde la época de la economía clásica inglesa, epicentro original del desarrollo capitalista.
Con EEUU convertido desde la Segunda Guerra Mundial en líder absoluto de la economía mundial, única economía sobreviviente intacta de la Guerra Grande, la defensa de la libre competencia fue argumento fundamental para criticar y presionar a todo aquel que, por la razón que fuese, introdujera restricciones a la entrada de sus compañías. Todo ha cambiado; hay un nuevo mundo queramos enterarnos o no. Si durante la Guerra Fría el equilibrio fue esencialmente nuclear, ahora es más económico y comercial, pero ¡Oh, sacrilegio! No hay tanta equiparación con una China indetenible que supera cada día en más sectores a potencias occidentales y, especialmente, a EEUU.
El hegemonismo absoluto estadounidense en lo comercial, industrial, científico y tecnológico ha venido a menos y la potencia china se catapulta a los primeros lugares.
Washington recurre indiscriminadamente al subterfugio de “seguridad nacional” para aplicar aranceles, imponer sanciones, establecer restricciones y prohibiciones de comercio con China de recursos esenciales para algunos sectores en un afán irracional y estéril para frenar a la economía responsable del 30% del crecimiento global y a la que 140 naciones en el mundo tienen como principal socio comercial, EEUU solo 28. Entendámoslo mejor: por cada punto porcentual de crecimiento chino ello promueve un incremento del 0.3% en otras economías.
A algunos en Washington no les resulta suficiente el reconocimiento tácito de que están perdiendo la competencia de “tú a tú” con China y ejercen presiones de diferentes modalidades con otras naciones para alejarlas del gigante asiático. Las presiones son diversas desde artificios propagandísticos como contra Argentina y la supuesta base militar china en la Antártida que acaba de ser desmentida nada menos que por el gobierno de Milei, a la vez que acordaba establecer una estadounidense. Exigen a gobiernos afines que cierren sectores donde China tiene clarodominio, como en la construcción de infraestructuras, e impidan la participación de sus empresas en libres licitaciones. Prefieren no competir y tener el espacio abierto.
Otras campañas son contra empresas de telecomunicaciones chinas, lideres del planeta, como la han emprendido recientemente en Costa Rica, buen socio comercial de China, para que cierre el paso a aquellas compañías.