Mis amables lectores quizás recuerden que les he contado cuánta tristeza ocasionó en mi casa decirle adiós a Giacopo, “el exterminador”, un pez Óscar que resultó ser un terrorista que devoró todos los demás peces ¡incluida su propia esposa! La criatura “aguatica” creció demasiado. Hubo que salir de él.
Ahora tengo problema parecido. Tras el “ictiofágico” trauma, conseguimos unos pececillos menos agresivos y más vistosos. Pero nos quedamos con un limpia-fondos que había sustituido a otro que el exterminador (ese mismo, ¡Giacopo!) había engullido. Ahora es este prieto y feo “conserje de peceras” el que ha crecido tanto que la pecera le queda chiquita.
Para evitar las elucubraciones frecuentes como cada vez que, buscándole una quinta pata al gato u otra aleta pectoral al pez, creen que escribo en parábolas, aclaro que nada de esto tiene sentido figurado. Realmente existió Giacopo, de verdad tengo una pecera y también es cierto todo lo que estoy narrando, tal cual.
Cualquiera pensaría que nada más aburrido o rutinario que cuidar un pececito que se pasa el día nadando. Pero quien piense así no conoció a Giacopo ni me leyó en febrero. (¿Recuerdan que el nombre italiano que escogió mi hijo mayor para este pez es el Jacobo hebreo y significa “aquel que suplanta”?).
Debimos advertir lo del limpia-fondo así como haber previsto lo que Giacopo era capaz, puesto que siempre dio muestras de un canibalismo tremendo, al punto de comerse primero a todos los demás pececillos con excepción de su compañera y de un limpia-fondo negro cuyas espinas dorsales le daban un aspecto satánico terrible. Pero luego ¡Giacopo devoró a su esposa! Fue terrible pues necesitó varios días para engullirla toda. Después cometió la increíble hazaña de cenarse a una babosa rompiendo su concha no sé cómo. Por un par de años Giacopo olvidó su parecido con Hánnibal Lecter y vivió en paz, hasta que en febrero ocurrió algo tan terrible que habíamos preferido ni pensarlo: ¡Giacopo se almorzó al limpia-fondo!
Aquella vez me dije: “Somos estúpidos atribuyéndole sentimientos humanos a Giacopo, algo parecido a quienes le atribuyen defectos humanos, como la vanidad, a Dios…”. Los peces Óscar reconocen a sus dueños, son muy territoriales y agresivos. Había quitado el letrero que decía “cuidado, ¡pez feroz!”. El “exterminador” ha hecho falta, pero el limpia fondo quizás sea igual de terrible…