Por Dra. Wandy Mejía, nutrióloga clínica, nutrición pediátrica, especializada en niños mal comedores/@wandymejiat
La enfermedad de Alzheimer es un trastorno neurodegenerativo del cerebro y la forma más común de demencia. Según las estadística, cada día va en aumento.
Existen muchas investigaciones donde cada vez más hablan sobre las deficiencias nutricionales encontradas en dicha enfermedad. Según un estudio publicado en la revista de Neurología noviembre-diciembre 2022 por E. Izquierdo y colaboradores, se observó que en situaciones de deterioro nutricional había mayor progresión de enfermedad comparado con un estado nutricional normal. Con este y muchos más estudios al respecto, damos la relevancia que merece la alimentación en la enfermedad de Alzheimer.
Existen factores protectores según investigaciones publicadas en la revista de Elsevier mayo 2008. En ella se mencionan los ácidos grasos omega 3, el ácido fólico, los antioxidantes y la dieta mediterránea en genera. El ácido fólico se encuentra en vegetales verdes, guisantes (legumbres) frutas, cítricos como también cereales de granos enteros.
Una mayor ingesta de pescado se ha asociado con un descenso en el riesgo de la enfermedad debido a su elevado contenido en ácidos grasos omega-3, mientras que la margarina, mantequilla y otros productos lácteos con alto contenido en ácidos grasos omega-6 pueden incrementar el riesgo de Alzheimer.
La dieta mediterránea puede desempeñar un papel importante en la prevención o en el retraso del inicio de la enfermedad, contribuyendo a la protección frente al deterioro cognitivo. En esta dieta se puede destacar el tipo de grasa que lo caracteriza (aceite de oliva, pescado y frutos secos), las proporciones en los nutrimentos principales que guardan sus recetas (cereales y vegetales como base de los platos y carnes o similares como “guarnición”) y la riqueza en micronutrimentos que contiene, fruto de la utilización de verduras de temporada, hierbas aromáticas y condimentos naturales.
De último y no menos importante, debemos hablar de la actividad física y el papel beneficioso que tiene en la salud mental y alzhéimer. Cada vez más estudios hablan a favor de los beneficios que aporta mantenerse activo y la actividad física es uno de los factores de riesgo modificables conocidos para la demencia. Al parecer, ayuda al cerebro a mantener el flujo sanguíneo y a aumentar las sustancias químicas que lo protege.
Comer saludable y ejercitarse tiene múltiples beneficios, más allá de la parte estética, nos habla también de la posibilidad de conservar nuestra salud cognitiva y esto debe servirnos para comenzar a crear conciencia y realizar cambios en nuestras vidas. Enfocarnos en el proceso que la meta llegará. Esta columna es la sección educativa de la Sociedad Dominicana de Nutrición Clínica y Metabolismo. Escribe tus preguntas a sodonuclim@gmail.com y nos puedes encontrar en @sodonuclim.