Santiago. – El arzobispo emérito de la Arquidiócesis de Santiago, monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, afirmó que para luchar contra la corrupción y el crimen organizado en el país no es suficiente que los políticos no se corrompan, sino que se combatan estos males sociales para devolver la plena confianza a la sociedad dominicana.

Indicó que en América Latina aparecieron políticos honrados que no se corrompieron, pero no combatieron la corrupción y al no hacerlo pesa sobre ellos y se confunden con la corrupción misma.

En ese sentido, De la Rosa y Carpio criticó a los políticos y a los militantes de los partidos que han ocupado cargos públicos y que ahora aparecen públicamente, pero que de una manera u otra han estado unido al narcotráfico y no lo enfrentaron en su momento.

“La profesión de político y de trabajar con los políticos ha llevado a la percepción de que todos son corruptos y eso es grave; es una percepción que lleva a la gente a la desconfianza. Es triste oír a muchos jóvenes que no quieren entrar a la política porque creen que todos son corruptos”, expresó.

“Es una afirmación, que no la digo yo, no es una percepción, sino el resultado de estudios de politólogos españoles que han enseñado que en América Latina han perdido fuerza los políticos”, agregó.

Tras reflexionar acerca de la Operación Falcón, una red de lavado de activos y narcotráfico que desmanteló el Ministerio Público y que relaciona a funcionarios y legisladores, el religioso sostuvo que los partidos políticos han perdido fuerza por la corrupción de quienes los dirigen.

Monseñor De la Rosa y Carpio manifestó que la política es necesaria porque es la ciencia del bien común, por lo entiende como importante que se siga formando para contar con políticos que no se corrompan y sigan enfrentando la corrupción y así lograr que la gente tenga confianza en ellos.

“Los políticos que se corrompen pierden el poder en su tiempo y para la historia y al corromperse perdieron fuerza y se fueron dividiendo”, señaló.

El religioso dijo que el país no puede caer en la dictadura de Trujillo, pero tampoco en la desconfianza en la fuerza pública.