Un visitante camina por el laberinto de 2100 metros de cartulina que compone la instalación del artista italiano Michelangelo Pistolleto en la Galeria Continua del distrito artístico 798 Dashanzi en Pekín, China. EFE/Michael Reynolds
Este es solo un ejemplo de cómo unas expectativas iniciales pueden acabar tornándose en otro destino. Sin embargo, no habría mayor problema de no ser porque este “cambio de planes” trae consigo la infelicidad de las personas.
Las expectativas tienen que ver con cómo “nos pensamos” en el futuro. Dependiendo de cómo tracemos las mismas y de cómo las usemos, podrán ser positivas o negativas.
Sergio García, colaborador de “El Bisturí”, nos trae las claves para vivir con unas expectativas acordes a la realidad y que sean beneficiosas para nuestra salud emocional.
Según el psicólogo, “cuando hay una sobreexpectativa ya no se está viviendo en el mundo, sino en una ilusión” y si las expectativas nos afectan, “lo que estamos haciendo de alguna manera es tener un prejuicio”. Es decir, expectativa y prejuicio pueden llegar a ser lo mismo.
Las expectativas pueden llegar a frustarnos gravemente. Para que no resulten perjudiciales, es necesario detenerse a pensar primero en hacer aquello que de manera natural se tenga más predisposición a realizar.
La clave es “dejarse llevar por el aquí y ahora y ser conscientes de cuáles son nuestras posibilidades”. De este modo, se eliminarán del camino aquellas expectativas que sean negativas.
Cuenta el experto que las personas no pueden saber a dónde van a llegar “si no lo hacen caminando”. Lo interesante es que en ese camino que cada uno emprende, éste sea capaz de darse cuenta de lo que “se tiene a mano” y, a partir de ahí, tomar decisiones, comenta.
Además, apunta que es interesante “realizar ciertos parones que nos permitan coger fuerza y así generar otro tipo de vías que deriven del camino inicial”.
Como si de un árbol se tratase, “vamos creciendo con diferentes ramas y diferentes direcciones”. Por lo tanto, el crecimiento no se puede medir de una manera automática en base a una previsión de antemano, sino que hay que saber que “uno crece de manera inusual”.
¿Y si nos influencian las expectativas de los demás?
Más allá de la autoexigencia y de las expectativas frustradas a título personal, cabe el desengaño producido por las sobreexpectativas generadas por las personas que nos rodean.
“Esto puede generar que no nos veamos a nosotros mismos, pues para poder saber quiénes somos tenemos el espejo de los demás”, afirma.
Dependiendo de con quién nos relacionemos, dicha persona “colocará” una expectativa sobre nosotros. Asumir de manera automática tales expectativas de los demás sobre nosotros mismos “conducirá al engaño, ya que veremos que no somos la persona que nos están diciendo”.
Esas expectativas tienen que ser filtradas por cada persona pues, “cuando uno se deja llevar por las expectativas de los demás, está viviendo una vida impostada”.
Cuando esos anhelos o aspiraciones no son de la persona en concreto, sino que son importadas de la familia u otras personas a las que aprecian, la frustración llega al “no darse cuenta de que se trata de una expectativa falsa frente a lo que yo quería”, asegura.