Ocho de marzo, de las entreguerras a la paz

Ocho de marzo, de las entreguerras a la paz

Elvira Lora

Ocho de marzo, de las entreguerras a la paz. Las sufragistas inglesas que accionaban unidas con Emmeline Pankhurst y Mahatma Gandhi coincidieron tanto en espacio, reivindicaciones y metodología pacifista en el afán de alcanzar emancipaciones y autonomías.

De hecho, para la profesora Dennyris Castaño Sanabria, de la Universidad de Granada, la «resistencia pasiva» que caracterizó al independentista de la India se fundamenta en las estrategias que aprendió de las inglesas que hacían peticiones, imprimían revistas, argumentaban por su ciudadanía.

Y es que conscientes de los estragos de la Primera Guerra Mundial (1914 –1918), y en vilo por lo que se avecinaba ante los nacionalismos exacerbados que provocarían una segunda contienda bélica (1939-1945), en la etapa de «entreguerras» (noviembre de 1918 y septiembre de 1939), los programas de reformas de las sufragistas abogaban por la paz mundial y solicitaban a los gobiernos que no participaran ni apoyaran guerras, ya que formularon posturas políticas desde la emancipación y no de la coacción.

Leer más: TSE y Ministerio de la Mujer coordinan actos por Día Internacional de la Mujer

De hecho, en la página 24 del «Ideario Feminista y algún aporte para la historia del feminismo dominicano», que Abigaíl Mejía imprime en el «taller tipográfico Fémina» para 1939, de Petronila Angélica Gómez Brea, se destaca el pacifismo: «Para la mujer todos los derechos y también todos los deberes. Menos el de ir a la guerra. Ella no debe quitar la vida… Ella la da», evidenciando la postura sufragista antibelicista.

Y es que las «constructoras de la ciudadanía» comprendían que eran las mujeres quienes -muy intensamente- sufrirían nuevas guerras, y como ellas eran víctimas de las violencias desatadas niñas, niños, migrantes, personas discapacitadas y envejecientes.

De esta genealogía feminista pacifista, se rescatan argumentos tan radicales para la época como la emitida en la revista Fémina, en 1936, por la sufragista puertorriqueña María Más Pozo, dispuesta a renunciar del derecho al voto a cambio de la paz mundial: «Por acción entendemos algo que en realidad obligue a los gobiernos a tomar en cuenta la decisión femenina en asuntos domésticos internacionales. Uno de los medios sería la abstención al voto (…) Declarándose la mujer universalmente en huelga contra todo lo que implique guerra».

Hoy vivimos un 8 de marzo entre guerras, el tercero atravesado por la sindemia COVID-19, pero esto no detendrá que nueve millones de mujeres salgan a la calle por la paz mundial y las constantes guerras que viven, incluso, en sus hogares, y espacios públicos: «(…) Una huelga mujeres contra la guerra haría una gran obra de la humanidad», solicitaba Más Pozo en 1936; y de aquí, como precisamos, se inspiraría Ghandi.