Quiero en ocasión de los 54 años de la Epopeya del 14 de Junio reproducir estas palabras. “A mi inolvidable hermano Octavio Augusto, héroe y mártir de la acción de Estero Hondo, en 1959, en homenaje y admiración inconmensurables.
A quien fue el protector y guía de mis primeros años.
A quien siendo hombre de paz, se convirtió en soldado de ocasión para tratar de ganar la paz para su pueblo.
A quien trocó sus lauros académicos por el fusil de soldado de la Revolución Necesaria.
A quien comprendiendo la casi certeza del descalabro militar de la empresa en que se embarcaba, prefirió predicar con el ejemplo de su muerte en la manigua, a ser un espectador pasivo del destino dominicano.
A quien teniendo juventud, cultura y porvenir promisorio, lo abandonó todo para luchar por quienes nada tienen.
A quien sabiéndose perseguido con saña por todas partes, precipitó su muerte por cumplir su juramento hipocrático con un perseguidor herido.
A quien amando la vida con vehemencia, la sacrificó gustoso por la redención de su pueblo.
A quien siendo sobre todas las cosas maestro de vocación, las circunstancias le impidieron dedicarse de lleno a esa labor.
A quien es para mí fuente de inspiración en la lucha cotidiana por servir, en la medida de mis fuerzas, a la redención definitiva del pueblo dominicano”.
En febrero de 1955, Octavio partió a Colonia y Düsseldorf en Alemania, luego estuvo sucesivamente en Estocolmo, Suecia y Londres, Inglaterra, completando sus estudios clínicos y de cirugía torácica, hasta principios del 1959 cuando comenzó a trabajar en el Hospital New Rochelle, del estado de Nueva York; pero desde allí reclutó algunos compañeros y lo abandonó todo para venir a combatir con las armas en la mano a la tiranía trujillista.
Participó en un encuentro el día 20 junio con los efectivos militares regulares, no lejos del sitio del desembarco de la expedición en Estero Hondo, en el cual el entonces mayor Anselmo Pilarte resultó herido, quien quedó momentáneamente abandonado, lo que permitió a Octavio curarlo como médico y dejarlo en condiciones de recibir mayores atenciones. El 22 en la noche penetró en una casa campesina, donde le dieron de comer, pero fue denunciado, apresado por una patrulla militar y herido en el hombro por un lugareño con un machete, en presencia militar, allí fue trasladado a la fortaleza de Mao, donde fue curado por instrucciones de su comandante de entonces, mayor Servando Bonpensiere; y desde allí luego a Santiago, desde donde fue despachado en el baúl de un automóvil a la Base Aérea de San Isidro.
En San Isidro, Octavio fue conducido con los demás prisioneros a la prisión. Allí Ramfis Tujillo se le acercó y pretendió desconsiderarlo en ese estado, Octavio le escupió en la cara. Entonces, según refiere el excadete Eugenio Guerrero Pou, en su testimonio (1996), Ramfis ordenó que lo introdujeran en su vehículo, donde fueron a parar los que nunca más aparecieron, probablemente lanzados al mar, como sucedió con el héroe y mártir, capitán piloto Juan de Dios Ventura Simó y otros.