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Pero ¿por qué las palabras y no más bien el silencio?, uno podría preguntarse. Sabemos que, más allá de las palabras, simulacros de realidad, habita la Nada. Sabiéndolo, el poeta es aquel que acepta consciente el desafío de las palabras, y las palabras “andan en busca de su sentido, y en esto consiste todo su sentido”. El sentido no está en el texto sino afuera, más allá del texto, más allá de las palabras. El escritor expone su retórica como se despliega una estrategia en el campo de batalla. ¿Qué sentido le atribuimos a la retórica de un autor? Uno cualquiera, o varios, o muchos. Ya esto es interpretar, descifrar. Y así, interpretamos, desciframos, esto es: dotamos de sentido a la retórica de un texto, a sus figuras discursivas, a sus formas significantes.
La apertura, la indeterminación y la ambigüedad, la transgresión de los géneros literarios y, sobre todo, el hibridismo, son características singulares de “El mono gramático”. Kant concibe la imaginación como una facultad híbrida entre la sensibilidad y el entendimiento. Ella equivaldría hoy al pensamiento sensible o a la sensibilidad que piensa. Como la imaginación kantiana, el texto de Paz es un producto híbrido en el que el pensamiento siente y el sentimiento piensa. Como antes, aquí se asume plenamente la divisa surrealista de tocar con el pensamiento y pensar con el cuerpo.
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La escritura de “El mono gramático” trastrueca y subvierte los géneros literarios tradicionales haciendo que participen por igual la narración, el ensayo y el poema en prosa. Sorprendiendo siempre al lector, Paz pasa alternativamente de un género a otro: ahora narra o describe, un momento después explica o teoriza, luego nombra o poetiza. Y así, combina y transgrede los géneros. Al combinarlos, los disuelve; disolviéndolos, los fusiona con sorprendente acierto en un ejercicio de ars combinatoria. No importan ya los géneros. Estamos únicamente ante el texto: amplio, abierto, ambiguo, indeterminado; texto resplandeciente, radiante, centelleante, como el cuerpo mismo de Esplendor deseada por los dioses.
En los vericuetos de este asombroso texto aparece y reaparece el poeta-pensador describiendo los vericuetos del camino de Galta, en donde “aparece y desaparece el Mono Gramático: el monograma del Simio perdido entre sus símiles…Ideograma del poeta, Señor/Servidor de la metamorfosis universal”.
La analogía, principio de transparencia universal, atraviesa todo el cuerpo textual de “El mono gramático”. La analogía es una de las principales relaciones lógicas. Está vinculada a la lógica de las asociaciones y de las exclusiones. Analogía quiere decir comunidad o coincidencia, afinidad. En esto ver aquello. La analogía muestra la coincidencia entre dos partes, lo que hay de común a dos cosas o ideas. Muestra que esto y aquello son afines. No que son iguales, sino parecidos. En esto veo aquello. Pues esto es como aquello. Precisamente porque esto y aquello no son iguales es que pueden ser comparados: esto y aquello tienen algo en común, son como iguales, pero no son idénticos. La analogía no afirma el principio de identidad (esto es aquello), sino la semejanza (esto es como aquello). Postula también la diferencia: esto es como aquello, pero no es exactamente aquello; esto es como aquello justamente porque no es aquello. Si esto fuese aquello, entonces ya no sería esto: sería aquello. La analogía supone, pues, el juego de las semejanzas y de las desemejanzas.
El universo es un sistema de correspondencias, pródigo en analogías. Al hablar de caligrafía vegetal, por ejemplo, Paz traza la analogía entre caligrafía y vegetación, arboleda y escritura, camino y lectura. La arboleda es escritura, y el camino lectura. Pero el camino es también escritura. La escritura y la lectura son metáforas del camino. El catálogo de un jardín botánico tropical es similar al jardín del palacio de Ravana en Lanka. El recurso retórico (el catálogo de árboles del boscaje de Ravana, en el capítulo 8 del libro) apunta a un fin: señalar, transparentar la analogía universal que subyace a los seres y las cosas del mundo.
Casi al final de “El mono gramático”, un largo párrafo aclara la génesis y el posible sentido del texto:
“Al comenzar estas páginas –escribe Paz- decidí seguir literalmente la metáfora del título de la colección a que están destinadas, “Los caminos de la Creación”, y escribir, trazar un texto que fuese efectivamente un camino y que pudiese ser leído, recorrido como tal. A medida que escribía, el camino de Galta se borraba o yo me desviaba y perdía en sus vericuetos. Una y otra vez tenía que volver al punto del comienzo. En lugar de avanzar, el texto giraba sobre sí mismo. ¿La destrucción es creación? No lo sé, pero sé que la creación no es destrucción. A cada vuelta el texto se desdoblaba en otro, a un tiempo su traducción y su transposición; una espiral de repeticiones y de reiteraciones que se han resuelto en una negación de la escritura como camino. Ahora me doy cuenta de que mi texto no iba a ninguna parte, salvo al encuentro de sí mismo. Advierto también que las repeticiones son metáforas y que las reiteraciones son analogías: un sistema de espejos que poco a poco han ido revelando otro texto. En ese texto Hanuman contempla el jardín de Ravana como una página de caligrafía como el harem del mismo Ravana según lo describe el Ramayana como esta página sobre la que se acumulan las oscilaciones de la arboleda de las hayas que está frente a mi ventana como las sombras de dos amantes proyectadas por el fuego sobre una pared como las manchas del monzón en un muro de un palacete derruido del pueblo abandonado de Galta como el espacio rectangular en que se despliega el oleaje de una multitud contemplada desde los balcones en ruinas por centenares de monos como imagen de la escritura y la lectura como metáfora del camino y la peregrinación al santuario como disolución final del camino y convergencia de todos los textos en este párrafo como metáfora del abrazo de los cuerpos. Analogía: transparencia universal: en esto ver aquello.
Octavio Paz ha escrito (trazado) un texto maravilloso y fascinante que es un camino y que puede ser leído (recorrido) como tal. Camino que, en el momento de la lectura, se disipa y desaparece, como se disuelven y anulan las identidades en el sistema de espejos del universo. El texto termina negando la escritura como camino tan sólo para ir al encuentro consigo mismo.