De entrada debo aclarar, para que el nacionalismo antihaitiano y belicoso que nos gastamos no haga cerebro con el título de esta entrega, que ni pienso hacerle coro a la cantaleta hipócrita de la “invasión silenciosa” y, mucho menos, a la delirante teoría conspirativa de la fusión que supuestamente trama la comunidad internacional para quitarse de encima “el problema haitiano”.
Pero nadie que tenga dos ojos en la cara puede negar que aquí hay demasiados haitianos ilegales, como también resulta evidente que las autoridades responsables de evitarlo no han hecho su trabajo, y lo mismo puede decirse de los guardias que mantienen “bajo control”, con el auxilio de drones y otras tecnologías, una frontera que cada vez nos separa menos.
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Ese descuido y falta de acciones firmes y oportunas frente a la inmigración haitiana tanto en la frontera como en territorio dominicano es lo que explica que una escuela en Cancino Adentro, que lleva nueve años en construcción, se haya convertido en un condominio que alberga al menos a nueve familias haitianas, a las que un vivo les cobra un “alquiler” de 1,500 pesos mensuales por aulas convertidas en improvisadas viviendas. La publicación en este diario de un reportaje recogiendo las quejas de los comunitarios de Cancino Adentro que reclaman la terminación de la escuela, provocó que la Dirección de Migración procediera a desalojar a los ocupantes ilegales.
No sé porqué sospecho que al vivo que les cobraba alquiler, que probablemente fuera el principal promotor de la ocupación de la escuela, no le pasó nada. Y como él hay mucha gente que se beneficia de un inmigrante sin derechos, incluidos los empresarios y productores agrícolas que lo contratan, hacia los cuales los nacionalistas deberían enfilar sus cañones pues son los grandes responsables, junto al guardia que cobra peaje y el inspector de Migración que también se la busca, de la “invasión silenciosa” que tanto les preocupa.