COLON (Panamá).- Morir en Panamá durante el fin de semana es muy distinto a lo que ocurre en la República Dominicana y en otras latitudes. Representa una ominosa odisea para la familia. Mi hermana Olga Esther Matthews de Jordan falleció el viernes 24 de agosto a las 7 de la noche en el Centro Hospitalario Arnulfo Arias, en la Ciudad de Panamá. Murió de un cáncer de páncreas detectado tardíamente.
Desde hacía casi cuatro décadas Olga salió de Santo Domingo, República Dominicana, para radicarse en Colón, la afamada zona libre y portuaria de esta nación istmeña. Aquí contrajo matrimonio con el panameño Franklin Jordan y procreó dos hermosas hijas, Arlenys y Marlenys y nietos.
Pero falleció fin de semana, periodo durante el cual los hospitales no laboran, excepto para determinadas emergencias; los cuerpos de los fallecidos en dicho lapso son depositados en la morgue, y el lunes empieza un tedioso trámite burocrático por riguroso “orden de llegada de los difuntos” para la expedición de la certificación del hospital, que autoriza al Tribunal Electoral expedir el Acta de Defunción prescribiendo la causa de muerte para ser entregado a la funeraria que recoge el cadáver, antes de las 2 de la tarde, para su inhumación o cremación.
Para colmo, se cayó el sistema de cómputos del moderno hospital Arnulfo Arias y el documento se expidió la tarde del lunes, demorando hasta el martes el traslado de la funeraria perteneciente al único cementerio privado existente en Colón, pues dos públicos están colapsados debido al hacinamiento, la inseguridad, violaciones e inundaciones de la temporada lluviosa.
La funeraria no vela difuntos, solo misa de cuerpo presente. Las cenizas de mi hermana Olga, una mujer cristiana y emprendedora, la recibimos 8 días después de su muerte.