Del 22 al 24 de agosto se celebrará en Johannesburgo, Sudáfrica, la XV Cumbre de los BRICS, organización de países integrada por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Estos países constituyen la cuarta parte de la superficie del planeta, aportan el 31.5% del PIB mundial, medido en paridad de poder de compra (PPP), y representan más del 40% de la población de todo el planeta. En 2022, el PIB de los países BRICS superó el del G7, que son los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, Canadá, Italia. Estos datos reflejan en gran medida la relevancia y el peso económico de los BRICS respecto de los países más industrializados y el mundo.
Jim O`Neill, director del área de investigación económica del banco de inversión Godman Sachs, acuñó en 2001 el término BRIC para referirse a las economías emergentes más importantes del mundo (de Brasil, Rusia, India y China), que según su criterio dominarían la economía mundial en 2050. Pero no fue hasta el año 2006 que los propios presidentes de los países aludidos comenzaron a utilizar el término BRIC, y la primera Cumbre de presidente de los cuatro países se celebró en junio de 2009, en Ekaterimburgo, Rusia. Luego, en 2011, los cuatro países acordaron la inclusión de Sudáfrica; desde entonces, el grupo se reconoce como BRICS.
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La Cumbre de los BRICS próxima a celebrarse es de gran importancia para todo el mundo. Aun cuando no ha sido confirmado oficialmente, se ha planteado la posibilidad de introducir en la agenda de la reunión la creación de una nueva moneda para ser utilizada en el comercio internacional. Ese ha sido un tema abordado con insistencia por varios presidentes de los países del bloque.
¿Qué implicaciones tendría la introducción de una nueva moneda por parte del BRICS?
Un primer aspecto es que, la eventual creación de una nueva moneda representaría un desafío a la política monetaria de los Estados Unidos. De convertirse en una opción atractiva para las transacciones internacionales, la introducción de una nueva moneda podría limitar la capacidad de Estados Unidos para utilizar su política monetaria como herramienta de influencia global. Las sanciones económicas y financieras impuestas a través del control del dólar podrían volverse menos atractivas si las naciones pueden eludirlas utilizando la nueva moneda.
Adicionalmente, la introducción de una nueva moneda por parte del BRICS se convertiría en una alternativa al dólar en el comercio internacional y en las transacciones financieras, lo que disminuiría la dependencia de muchas naciones del dólar y podría debilitar su posición dominante. El dólar estadounidense ha sido la moneda predominante en las transacciones del comercio internacional, así como de reserva a nivel mundial, durante décadas. Su estatus como moneda de referencia brinda a Estados Unidos ventajas económicas y políticas significativas.
Además, la emergencia de una nueva moneda ayudaría a diversificar las reservas en monedas, lo que ayudaría a los países a reducir su exposición al riesgo cambiario y a la volatilidad del dólar. Para las economías en desarrollo, esto es particularmente importante porque son más susceptibles a las fluctuaciones bruscas en el valor del dólar.
También, una nueva moneda del BRICS les permitiría a los países del bloque aumentar la independencia financiera al poder comerciar y realizar transacciones entre sí utilizando su propia moneda, reduciendo la necesidad de utilizar dólar como intermediario en las operaciones internacionales.
Un aspecto por destacar es que la introducción de una nueva moneda de los BRICS daría a esos países un gran impulso en términos de poder e influencia en la arena internacional, lo que representaría un desafío a la hegemonía económica y financiera de los países occidentales. Las implicaciones para la dinámica geopolítica global y la distribución del poder económico serían evidentes.
En definitiva, la creación de una nueva moneda por parte del BRICS tendría el potencial de reconfigurar el panorama financiero global y desafiar el dominio histórico del dólar. Sin embargo, el éxito de la nueva moneda dependerá de cómo el bloque logre establecer confianza en su estabilidad, y cómo logre abordar la diferencias económicas y políticas entre sus integrantes.