OLGA, MÁS QUE UNA MUSA

OLGA, MÁS QUE UNA MUSA

Olga Kkakhlova, llegó a ParÍs como consecuencia de la Revolución bolchevique en su país. Fue una bailarina ucraniana, quien pertenecía a una familia aristócrata que no compartía los ideales revolucionarios, y como muchos rusos decidieron emigrar a lacapital francesa.

Pablo Picasso conoció a la bailarina rusa en Barcelona siendo ella parte del elenco de un ballet para el cual el artista trabajó como escenógrafo. A partir de ese momento los dos artistas se envuelven en una pasión hasta el matrimonio y vale señalar que Olga fue la primera esposa de Picasso con quien tuvo su primer hijo Pablo, heredero fundamental de la obra del artista malagueño. Muchos mitos y leyendas recorren la vida de la pareja. Uno de ellos perfora la imagen de Olga con un carácter triste, melancólico y celoso, convirtiéndola en una mujer imposible para el gran genio de principios del siglo XX. Más, sin embargo, los archivos visuales de fotos y películas cortas en blanco y negro de la familia, las que fueron encontradas en el baúl de los recuerdos de Olga, revelan un pareja alegre, feliz, divertida y sumida en la sociedad y el arte…
Otro de los mitos más confirmado por la realidad y el transcurso de la historia dan toda la luz a una relación enfermiza, de violencia y de caracteres debido al machismo del pintor, quien demostró a lo largo de su vida relaciones muy complejas con todas sus compañeras.
Si de arte y artistas se trata, lo que nos interesa es cómo dentro de este contexto emocional de la intimidad, Pablo Picasso logra una obra fundamental.
Recordamos el cuadro de Olga vestida de española, con su mantón de manila, con una expresión de una encantadora juventud y belleza marcada por esa reserva eslava de mirada profunda y cristalina.
Picasso estaba todavía en la expresión figurativa de relevancia muy expresionista antes de llegar al cubismo y a la desfiguración de los rostros.
En este cuadro imperó el negro del peinado, del vestido y del mantón con un gris, detrás del cuerpo. La gestualidad en ángulo casi perfecto de noventa grados, la caída del brazo con abanico y la de los pliegues del vestido le dan a la obra una vida orgánica que resalta en los detalles floridos del mantón, que viene a animar la melancolía del rostro.
Con ese equilibrio de figuración expresiva, Picasso presenta al mundo a su gran amor del momento y la hace eterna y universal también en otro cuadro donde Olga aparece con un traje color marrón y postura de cuerpo en perfil.
En estas obras se observa una visión emocional de esposo totalmente envuelto en su matrimonio, con su musa mayor, modelo de sus cuadros más emblemáticos. Es indiscutiblemente una pasión entre dos tremendos artistas, pero también entre dos de los temperamentos más fuertes de occidente, el eslavo y el andaluz, enfrentando los prejuicios de la época, pues la madre del pintor no quería que su hijo se casara con una extranjera, dicen algunos críticos de Picasso que esta fue la razón por la que españolizó la obra titulada “Olga con mantilla”.
Todo indica en la historia visual razonada del pintor que su contacto con Olga le llevó a desarrollar su potencial polifacético y su interactividad visual, así como su pasión por la estética ibérica y andaluza. Vale imaginar a Picasso en Londres dibujando el vestuario de Olga, desempeñando el Ballet del Tricornio que en el 1919 presentará en el Alhambra de Granada y luego en la Opera de París. Olga significó para el artista una etapa de casi veinte años que corresponden a un intenso proceso de captación y experimentación de lo que será el cubismo.
La exposición dedicada a Olga que se ha expuesto en París y Londres, y que actualmente está en el Museo Puchkine de Moscú, aclara una serie de malentendidos sobre los dos artistas y evidencia a Olga como una mujer finamente culta, que introdujo a Picasso en la sociedad artística y cultural de París, donde frecuentaban a personajes como Erik Satie, Cocteau, Appollinaire, Valéry, y todo el mundillo que calentaba las mesas de los bistrots de Montmartre. Ella fue su primera mujer y su primera paternidad; con ella salió de la marginalidad de la bohemia y arrancó su mercado en ese período azul y rosado tan buscado por sus primeros coleccionistas, momento en el que surge “Las Señoritas de Aviñón”.
El baúl de Olga expuesto en esta exhibición revela a través de las cartas y de las fotos que le ayudaron a construir una personalidad falsa para negarle el divorcio que ella le presentó cuando este la engañó con su amante María Teresa Walter. Lo que sí está claro después de 100 años, es que el pintor malagueño le negó el divorcio para apartarle del reparto de los bienes. Los especialistas de sus monografías confirman que la bailarina rusa no era ni desequilibrada ni acosadora.
Esta exposición tiene el mérito de evidenciar aspectos autobiográficos que demuestran el carácter violento y brutal de Picasso en su relación con las mujeres, y además su famosa tacañería. Ahora bien, de todo esto queda la obra eterna como son “Olga pensativa” de 1923, “Olga con mantilla negra y blanca”, y toda la serie de retratos que van desde la factura de figuración clásica hasta la más vanguardista. Es esa vitrina que exponen en Moscú, donde se integró el famoso “Arlequín” que representa a su primer hijo Pablo.
Existe una obra excepcional de tonos profundamente tiernos cuyo título “Olga pensando” que se canaliza en el tono azul índigo y una posición de mujer sentada y absorta en una concentración interna y sus ojos finamente trazados con la amplitud de unas cejas delineadas con una mano que sostiene en la sien todo el silencio y la melancolía de ella. Quizás que este retrato sea el más auténtico, el que más representa lo interno y lo externo de una relación de amor y pasión que estaba condenada a sucumbir con el peso del éxito y la violencia de una hombría que Picasso llevó hasta el exceso mayor del machismo. La autoridad y la soberbia del artista-esposo frente a su musa-esposa se manifiesta en el cuadro en el que Olga aparece con una mantilla cubriendo su peineta cuyos flecos de seda blanca le cubren la frente y las mechas de su pelo. En esta obra la mirada es dura, ajena y distante, en la que el artista pretende imponer con autoridad una estética españolista en el rostro de una mujer eslava.
A quienes lean este articulo les invito a mirar detenidamente esta obra y compararla con la de la “Mujer pensando” para poder apreciar [DB1] y abrir el baúl de Olga, y para entender que ella fue más que una musa, fue más bien, artista, esposa, madre y una mujer intelectual y pensante.

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