Comentario
Inteligencia artificial, fiebre del oro
Inteligencia artificial
Todos pueden salir a buscarlo, armados de picos y palas, con ambiciones sanas o perversas, con mediocres o acreditadas habilidades.
De manera improvisada, como a ver qué pasa. Con mucha sed de aventura y de notoriedad. Algo muy similar a los que juegan lotos y loterías; a cualquier tipo de apuesta, cuanto más grande mejor. Poco importa si pierden, porque allí, en el fondo de su ser, se sienten ser nadie o tienen muy poca valía.
Muchos ni siquiera juegan a la paz de su familia ni la suya propia, porque poco o nada tienen de eso; lo que importa es “estar en el globo”.
Se abre un “podcast”, un ventorrillo de comunicación en las redes, un puesto en el mercado de la difusión, donde se expende cualquier tipo de información, verdadera o falsa, digeribles o provechosas; perversas o venenosas; a menudo formulaciones bárbaras definitivamente perniciosas.
“Se tira por esa boca” cualquier especie novedosa. Se procura éxito pecuniario. Con solo pico, pala y bolsa (o una reciente cuenta bancaria), se lanzan a la aventura porque esta vez van por papeletas gruesas.
Cada quien tiene un secreto que nadie más pareciera saberlo: si se sacan el premio, si triunfa su apuesta, sus familiares y gentes por conocer los tratarán como señores, como verdaderos triunfadores, y les perdonarán haber sido vagos e indolentes durante tanto tiempo.
Ese es el mayor secreto de apuestas y juegos de azar: por tan solo estar en el globo, ya inspiras algún respeto (por si te hicieres rico).
No pocos a su alrededor lo saben, y los respetan por si tuviera suerte. Es una forma de estatus social frágil y provisorio.
Cada boleto de loto es una suerte de visa para ir por el oro, lo cual ya lo transforma en otra persona.
Ya no es el tíguere del barrio o el vago hijo de clase media que dejó de estudiar, que ahora parece no conformarse con un mediocre destino.
O sea, él ya tiene una pala, una visa, un boleto de lotería. O un micrófono, un canal, un programa de TV o de radio. O un podcast. Y puede, en efecto, llegar muy lejos. Al menos eso cree él y alguien más de su familia y de los del barrio.
En todo caso, su autoestima se pone alta, llegar a ser alguien ya está en proceso. Y para quien se siente no ser nadie, eso lo vale todo.
Y no es cuestión de picos y palas o boletos de loterías, sino que incurren en jugadas desproporcionadamente atrevidas que desestabilizan sus familias y toda la sociedad, con tal de ganar estatus y poder.
El fenómeno merece ser estudiado a fondo, porque también con la inteligencia artificial ha surgido una especie de “masificación de las oportunidades”, que pareciera que también amenaza la vanidad y ego de los “medio ricos”, y clases media que ahora van por fortunas enormes, aburridos en sus anonimatos de millonarios anónimos.
Así entenderemos muchos casos de narcotráfico, fraude administrativo y fiasco político. Y de emperifollados difamadores mediáticos.