Opinión

Refugio moral

La justicia divina

En una sociedad cada vez más marcada por el escepticismo, hablar de justicia divina no es evadir la responsabilidad humana, sino reforzar

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En tiempos donde la justicia terrenal suele ponerse en tela de juicio por su lentitud, por su parcialidad o por su sometimiento a intereses humanos, la idea de la justicia divina emerge como un refugio moral y espiritual para muchos ciudadanos que observan con preocupación el rumbo de las decisiones públicas y privadas.

“El dado se echa en el regazo, pero de Jehová es toda decisión”, nos recuerda Proverbios 16:33, una sentencia atribuida al rey Salomón, el monarca que cimentó su reinado no en la fuerza de las armas, sino en la sabiduría que pidió a Jehová. Este versículo bíblico encierra una verdad profunda: aunque el ser humano crea controlar los acontecimientos, existe una justicia superior que finalmente determina el desenlace de los hechos.

Salomón entendió que el poder sin sabiduría es vacío y que la verdadera justicia no nace de la conveniencia, sino del temor a Dios. Por eso, sus proverbios trascienden el tiempo y siguen interpelando a las sociedades modernas, donde muchas decisiones se toman como si el destino dependiera exclusivamente del azar o del cálculo político.

En el ejercicio periodístico, esta reflexión cobra especial relevancia. A diario se reportan casos donde la justicia humana parece fallar: expedientes que duermen en los tribunales, sentencias que no convencen a la opinión pública y verdades que se distorsionan. Sin embargo, la justicia divina no se equivoca ni se compra. Puede tardar a los ojos del hombre, pero siempre llega.

La enseñanza de Proverbios 16:33 invita a la humildad. Nos recuerda que, aunque se echen suertes, se firmen contratos o se dicten fallos, hay una autoridad superior que observa cada acción. Para los gobernantes, jueces y líderes sociales, este principio debería ser una advertencia ética; para los ciudadanos, una fuente de esperanza.

En una sociedad cada vez más marcada por el escepticismo, hablar de justicia divina no es evadir la responsabilidad humana, sino reforzar. Creer que Dios tiene la última palabra obliga a actuar con rectitud, sabiendo que ninguna injusticia queda sin respuesta y que toda verdad, tarde o temprano, sale a la luz.

La justicia divina no necesita titulares ni estrados, pero su veredicto es inapelable. Y en medio del ruido del mundo, sigue recordándonos que por encima del azar y del poder humano, la decisión final pertenece a Jehová.

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Cristian Mota

Cristian Mota