En la sala Cristóbal de Llerena de Casa de Teatro, tuvo lugar el estreno en el país de la obra “Esperando a Odiseo”, del autor cubano Alberto Pedro, protagonizada por el actor Orestes Amador y dirigida por Raúl Martín Ríos.
El título de esta obra nos llamó la atención, y no pudimos evitar evocar a “Esperando a Godot”, de Samuel Beckett, obra cumbre del Teatro del Absurdo. En ambas la “espera” marca el paso del tiempo, la espera es la esperanza.
La obra de Alberto Pedro es un monólogo, cuyo personaje “Kiko” es un profesor de inglés despedido de sus labores y apartado del mundanal ruido; desde una azotea en la ciudad de La Habana, ve pasar el tiempo inexorable… pero no pasa nada, poco a poco pierde la esperanza.
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Con elementos simbólicos el autor ha podido transmitir la más profunda y desesperada soledad del hombre y la nostalgia que lo lleva a la anomia social, aislado de sus semejantes; pero además Alberto Pedro, autor contemporáneo, es espejo de su tiempo, y en su obra está implícita la crítica social. Kiko valora su identidad, pero cuestiona la realidad circundante de su isla, siendo el exilio, la migración, temas recurrentes. El tedio abate a Kiko, ve pasar el tiempo y no pasa nada, la vida va perdiendo significado y entonces, se convierte en un colombófilo y se refugia como pasatiempo, en un juego que consiste en una caja especie de colmena donde se encuentra “Penélope”, la paloma con la que en un soliloquio recurrente, evoca su lejano amor, y junto a ella espera el retorno de Odiseo, su palomo preferido, compañero de otros tiempos, con el que desea casar a la paloma.
“Kiko” tiene un intérprete de excepción: Orestes Amador, poseído del personaje sostiene de manera notable el monólogo, en el que se decanta el gesto elocuente, la expresión corporal fluctuante y la voz con matices variados, capaz de provocar emociones.
El movimiento escénico constante se convierte en una especie de coreografía, diseñada por el director Raúl Martín, contribuyendo a la fluidez del espectáculo teatral.
La música y los cantos en pinceladas, acompañan, adicionan a la representación. Una escena entrañable tiene lugar mientras Kiko habla con paloma, y de manera alegórica, se escucha la canción “Penélope” en la voz de Joan Manuel Serrat, “Tristeza a fuerza de esperar”, el instante se torna conmovedor.
La escenografía recrea la azotea de una miserable vivienda, en la que aparecen objetos ligeros y movibles como sábanas, piezas de ropa colgadas al sol y cajas en las que una de ellas está la colmena donde habita Penélope.
Con cada uno de estos elementos Kiko dialoga, relata su historia, conocemos su mundo interior, sus vivencias y miedos, y su eterna espera de Odiseo. El movimiento corporal de Orestes Amador es constante, elocuente, capaz de expresar emociones, y a veces con alguna contracción, logra un instante de virtuosismo.
Raúl Martín Ríos, director, totaliza la puesta en escena, con el diseño de la escenografía, las luces, y la escogencia de la música apropiada.
La escena final es el climax, Kiko se coloca sobre un objeto y llega a un punto de inflexión, seguir esperando…o no. Orestes Amador transfigurado, consigue conmover al público, que tras el impacto final, se pone de pie y aplaude largamente, convencido de que ha valido la pena, la espera.