El Mito de Orfeo y Eurídice es una de las leyendas más conocidas de la mitología griega. Narra la extraordinaria historia de amor entre dos jóvenes amantes. Orfeo, poeta compositor y músico, y Eurídice una bella ninfa. El Mito de Orfeo y Eurídice es considerado una de las historias de amor más conmovedoras y desgarradoras, al punto que inspiró a artistas y escritores desde los tiempos de Virgilio y Ovidio, y todos aquellos que han tratado de recrear el poder de esta historia como, por ejemplo, el cuadro de John Waterhouse, las historias de Cesare Pavese, Italo Calvino o una versión más contemporánea de Salman Rushdie. El mito de Orfeo y Eurídice se remonta al siglo V a.C., como lo demuestra un antiguo bajorrelieve griego del año 419 a.C., que representa a los dos amantes junto a Hermes, el mensajero de los dioses. Los autores que contribuyeron a definir la historia como la conocemos hoy son Publio Virgilio Marone (70-19 a. C.) y Publio Ovidio Nasone (43 a. C. – 18 a. C.), dos de los grandes poetas latinos. El mito aparece, además, en el libro IV de la Georgiche de Virgilio, y en los libros X y XI de las Metamorfosis de Ovidio. El poder de este mito podría esconderse en la fascinación que siempre ha generado un descenso al más allá (o catabasis, del griego ?at?ßas??, “descenso”), de los seres mortales.
Su fuerza también podría residir en la grandeza del amor de un joven artista y poeta por su mujer, que lo empuja a realizar una hazaña imposible para recuperarla. Otra razón de la inmortalidad de esta historia podría encontrarse en su trágico epílogo, capaz de estremecer y conmover aún hoy. Orfeo emerge de la noche de los tiempos como una figura central de la mitología griega, un ser cuya existencia parece entrelazada con lo divino, Hijo de la musa Calíope y del dios Apolo, encarnó el puente entre el mundo de los hombres y el de los dioses. Creció a la sombra del Olimpo, su vida estuvo marcada por el toque de Apolo que le regaló una lira y por el canto de las Musas que le instruyeron en el arte del canto y la poesía.
Por las venas de Orfeo corría la sangre del Olimpo, una nobleza que iba más allá de títulos y tronos. Con una madre musa y un padre divino o real, Orfeo no era solo un mortal. Era el símbolo vivo de la armonía entre el cielo y la tierra, la esencia misma de la inspiración y el genio creativo. La leyenda cuenta que, en el momento de su nacimiento, los pájaros silenciosos se reunieron para escuchar su grito, preludio de su futura maestría.
Puedes leer: El Simposio de Platón: Eros y belleza
Todas las criaturas amaban a Orfeo por sus dotes artísticas. La poesía y la música que producía con su preciosa lira fascinaban a quienes lo escuchaban. Orfeo solo tenía ojos para la bellísima ninfa Eurídice, hija de Nereo y de Doris. Luego de conquistar el amor de la bella joven, Orfeo y Eurídice se casan y comienzan un matrimonio lleno de felicidad. Lamentablemente, su felicidad se desvanece cuando el joven Aristeo, también hijo del dios Apolo, se enamora perdidamente de la belleza de Eurídice. La ninfa no corresponde al amor de Aristeo y rechaza sus constantes atenciones amenazadoras, Un día en un intento de escapar de Aristeo, Eurídice huye asustada hacia la hierba alta y tropieza con una serpiente venenosa que la muerde en un tobillo. Eurídice muere al poco tiempo. Orfeo se desesperó terriblemente por la muerte de su amada y compuso varios cantos llenos de dolor, que conmovieron a todas las ninfas, a los dioses e incluso a las Erinias (diosas que perseguían a los hombres culpables de ciertos crímenes).
Orfeo enloqueció de pena. No podía imaginar su vida sin Eurídice. Decidió recuperar a su amada a toda costa. Independientemente del destino, tomó la decisión de descender al inframundo para dirigirse a Hades y Perséfone, rey y reina del mundo de los difuntos. El reino de los muertos es muy peligroso para un mortal común y corriente como Orfeo, pero los dos dioses eran los únicos capaces de devolverle a su esposa. Orfeo tuvo que afrontar numerosos obstáculos para llegar al Hades y a Perséfone. Conoce primero, al terrible Caronte, el barquero de las almas, Orfeo logra encantar con su música a Caronte, quien accede a acompañarlo hasta la otra orilla del río Estige (límite entre la tierra y el mundo de los muertos). Con el mismo método consigue “sedar” a Cerbero, el enorme perro de tres cabezas de Hades, guardián de la entrada al inframundo. Luego de superar otros obstáculos, Orfeo llega ante los dioses del inframundo y les pide que le devuelvan a su amada mujer. Perséfone, conmovida por el amor de Orfeo, permite al amante recuperar a su amada con una condición. Durante el viaje que los llevará a ambos fuera del Hades, Orfeo no deberá voltearse para mirar a Eurídice. Acompañándolos estaba Hermes, el mensajero de los dioses, quien debía velar por que se respetara el pacto. Los dos amantes inician así el viaje juntos, en un intento de regresar al mundo de los vivos. Eurídice, que desconocía el pacto entre Perséfone y Orfeo, llama repetidamente a su amado. Orfeo, lleno de dolor, no puede responderle y continúa el camino sin mirar atrás para no correr riesgos.
Una vez que alcanza el umbral y la luz, Orfeo, que casi ha llegado al límite entre la sombra y la luz, se ve asaltado por una duda corrosiva que erosiona su determinación. En un gesto impulsivo, impulsado por el amor y el terror de perder nuevamente Eurídice, se gira para asegurarse de que ella lo siga. La realidad se rompe, el pacto se rompe y la imagen de Eurídice se desvanece en el aire, dejando a Orfeo en una desesperación infinita. Un error humano, un momento que se convierte en eternidad, una lección que queda impresa en el alma de los mortales, en la prueba más ardua, hasta el amor más puro puede flaquear y hasta los héroes pueden caer. El tormento que deja una vez más a Orfeo petrificado por el duelo, para el poeta Virgilio su llanto dura siete meses. Mientras según Ovidio “solo” siete días ininterrumpidos.
El final de Orfeo es brutal, El poeta Ovidio narra la sangrienta descripción del proceso de desmembramiento del cuerpo de Orfeo, realizado por las Ménades, enfurecidas por haber sido ignoradas por el poeta, quien tras la muerte de Eurídice renunció al amor heterosexual. La cabeza de Orfeo es separada del cuerpo y junto a su Lira, fueron arrojadas al Río Ebro. Se dice que su cabeza, a pesar de estar separada de su cuerpo, continúa cantando con tristeza las canciones y poemas escritos para Eurídice.
El final sangriento de Orfeo termina con dulzura, ya que su alma, habiendo descendido al inframundo, encuentra a su amada Eurídice, a quien ahora finalmente puede volver a abrazar. Ovidio describe así los dos amantes “ahora caminan juntos, a veces uno al lado del otro, a veces ella delante y él detrás, otras veces es Orfeo quien la precede y, ahora sin miedo, se gira a mirar a su Eurídice”.
La influencia del Mito de Orfeo y Eurídice se extiende más allá de los límites de la leyenda para infundir inspiración en el arte y la cultura en todas sus formas. Esta historia milenaria, grabada en los corazones de la humanidad, continúa resonando con su poderosa combinación de amor, pérdida y redención, ofreciendo un pozo inagotable de creatividad a artistas de todas las épocas. Por ejemplo, Antonio Canóva (1757-1822), autor de Cupido y Psique, conjunto escultórico inspirado en otro famoso mito, creó dos esculturas en 1775, que retratan a los dos jóvenes amantes en el momento que Orfeo rompe el pacto. En la pintura, el francés Jean-Baptiste Camille Corot, en 1861 pintó “Orfeo guía a Eurídice fuera del inframundo”. John William Waterhouse (1849-1917), en 1900 pintó, “Las Ninfas encuentran la cabeza de Orfeo”. El Teatro y la Opera, han permitido recrear el poder del Mito. El compositor italiano Claudio Monteverdi (autor de L’Orfeo, 1607). Christoph Willibald Gluck, autor de la ópera “Orfeo y Eurídice” (1762). El poeta austriaco Rainer María Rilke (1875-1926), compone en 1904” Orfeo, Eurídice y Hermes”. En la evolución del Mito en la historia de la literatura encontramos a Cesare Pavese (1908-1950), quien, en 1947, publica “L’inconsolabile”, un diálogo entre Orfeo y Bacca.
En 1950 el escritor, dramaturgo y director francés Jean Cocteau, dirigió la película “Orphee”. En 1980, Italo Calvino (1923-1985) publicó “L’altra Eurídice” en la revista Gran Bazar.
En la historia de Orfeo y Eurídice encontramos una profunda reserva de lecciones humanas que sobrepasan la era de su concepción. En un mundo donde el amor a menudo se ve puesto a prueba por desafíos inesperados, esta historia sirve como advertencia y guía. Nos enseña que el amor requiere una confianza inquebrantable, creer en el otro incluso cuando no podemos verlo. Nos insta a seguir nuestro corazón, pero a comprender también que cada acción nuestra tiene consecuencias, a veces irreversibles.
Orfeo con su gesto final, nos recuerda que no debemos dejarnos llevar por la duda en el momento crítico, sino alimentar la confianza con la fuerza de nuestra convicción. La historia de Orfeo y Eurídice sigue siendo una poderosa herramienta para reflexionar sobre los valores de la vida, del amor, la pérdida, el coraje y la fe incondicional.