Los tecnócratas… son demagogos y, por tanto, gente sin exactitud, poco escrupulosa y atropellada. Pero lo que tenga ese cuadro de caricatura y exageración, no hace sino poner de manifiesto un fondo verdadero de incuestionable: la casi ilimitación de posibilidades en la técnica material contemporánea
La vida humana no es solo lucha con la materia, sino también lucha del hombre con su alma. ¿Qué cuadro puede Euroamérica a ese como repertorio de técnicas del alma? José Ortega y Gasset, Meditaciones sobre la técnica.
La tecnología acabará con la humanidad si no colonizamos antes otros planetas… Stephen Hawking
Nosotros, los nacidos a mitad del siglo XX, hemos sido testigos del avance acelerado, casi inimaginable, de la tecnología. Fui de las que escribió su tesis doctoral, hace 35 años, en una “avanzada” máquina eléctrica de IBM. Utilicé la computadora en mi tercer libro, “Una utopía inconclusa. Espaillat y el liberalismo dominicano del siglo XIX.”, por los “lejanos años 90”. Después con el tiempo, me he vuelto una cibernética total. Utilizo la computadora como si hubiese nacido en esta era. Soy asidua de mi IPad y de mi IPhone que se sincronizan automáticamente. En mi tableta electrónica tengo guardados más de 5,000 libros. Mi estantería está vacía. Doné mi biblioteca a la PUCMM. Soy usuaria del Facebook, Twitter e Instagram. Y sin embargo… estoy consciente que ahora lo que más interesa a la humanidad es el avance tecnológico, y no el de las ideas. ¿Será que es más importante la forma que el fondo?
Cuando inicié esta serie de trabajos sobre José Ortega y Gasset, mi esposo Rafael me reiteró varias veces: “No dejes de trabajar el ensayo “Meditaciones sobre la técnica” que es fabuloso”. Lo busqué por el profundo, amplio e intocable nube cibernética y lo encontré. ¡Qué paradoja!
Estos seis ensayos, escritos en 1933, producto de un curso para la inauguración de la Universidad de Verano de Santander, plantean que la técnica es necesaria para hacer mejor la vida del ser humano: “Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca.” Así comienza en el primero de los discursos. Luego, señala algo muy interesante, dice:
“Supongamos que la afirmación con que he comenzado no fuera cierta en su extremo sentido, supongamos que la técnica no fuese consustancial al hombre, sino un añadido sobre su existencia…supongamos que el hombre haya podido existir sin técnica…Lo que nadie puede dudar es que la técnica se ha insertado entre las condiciones ineludibles de la vida humana de suerte tal que el hombre actual no podría, aunque quisiera, existir sin ella. Es, pues, hoy una de las máximas dimensiones de nuestra vida, uno de los mayores ingredientes que integran nuestro destino. Hoy el hombre no vive en la naturaleza, sino que está alojado en la sobrenaturaleza que ha creado, en un nuevo día del génesis, la técnica”.
Así comienza su primer discurso el gran Ortega Y Gasset. Después comienza a plantear los problemas que existen. Sostiene que la sociedad vive nuevos conflictos producto de la sobreabundancia de su propia eficiencia gracias a la técnica. ¡Dios, eso lo escribió Ortega hace 83 años! Cuando no podía imaginarse que poco tiempo después la tecnología avanzaría exponencialmente. Dice que la técnica y su desarrollo han provocado la ceguera colectiva en la raza humana.
Es duro, crítico mordaz con los profesionales. Por ejemplo, los ingenieros inmersos en sus aparatos de nueva tecnología han olvidado, peor aún, ni se lo plantean, el problema que la técnica ha generado a la humanidad. “En suma, la separación radical entre la universidad y la ingeniería es una de las grandes calamidades que ha acarreado la increíble torpeza que el hombre de hoy está revelando en el tratamiento de sus grandes angustias presentes.”
De los economistas tiene la peor de las opiniones. Ellos son, dice, el ejemplo del fracaso más grande que ha tenido la universidad, mejor dicho, la humanidad. ¿Por qué? Ortega se responde diciendo: porque “los conflictos los han cogido de sorpresa, entre otras razones, porque no tenían contacto verdadero con la técnica y no incluían en sus previsiones y cálculos los resultados de esta, no hablemos de sus resultados sociales”.
La técnica ha hecho perder el sentido humano y problematizador que deberían tener las universidades. Esto no sucedía en la Edad Media, porque las universidades no tenían las exigencias del poder productivo. En la modernidad es diferente. Sin embargo, la situación cambió en el siglo XIX, con la revolución industrial y el desarrollo de las industrias. El proceso productivo demandaba un desarrollo tecnológico acelerado e innovador. Este hecho es criticado por Ortega cuando dice:
“Es penoso observar a lo largo de la historia la incapacidad de las sociedades humanas para reformarse. Triunfa en ellas o la terquedad conservadora o la irresponsabilidad y ligereza revolucionarias. Muy pocas veces se impone el sentido de la reforma a punto que corrige la tradición sin desarticularla, poniendo al día los instrumentos y las instituciones…”
Sorprendido por el desarrollo tecnológico de su tiempo, Ortega plantea que la aceleración con que se producen estos cambios, impide e impedirá (¿sería adivino el gran intelectual?) que se reflexione sobre los daños que produciría a la humanidad como especie el desarrollo de la técnica. No niega el intelectual que la técnica ha ayudado a la supervivencia de los seres humanos. Nos ha ayudado a sobrevivir del frío, del calor, de la lluvia. Sin embargo, dice, el deber de todo escritor es advertir de los peligros. Ahora bien, asegura, la comodidad nos ha llevado a crearnos nuevas necesidades, que nos ha convertido en prisioneros de nuestras ambiciones.
Ortega escribió estas palabras sin pensar que sus reflexiones, predicciones, serían no solo visionarias, sino dolorosas verdades que hoy, en el siglo XXI, otro de los grandes pensadores, esta vez un físico, Stephen Hawking, ha advertido que si seguimos así estamos condenados a la autodestrucción, y que la única solución, quizás para distraernos, es lograr la conquista de otros planetas.
Estas discusiones, me recuerdan una vieja polémica que sostuve con Carlos Dore en el año 2000. Decía, evaluando nuestra entrada al siglo XXI, que la humanidad a diferencia del siglo XIX que había sido prolífera en pensamiento, se había quedado en el avance tecnológico, sin proponer nuevas ideas, pues el neoliberalismo tan en moda en los 90 no era más que una radicalización del liberalismo decimonónico. Carlos me respondía que no. Sus argumentos nunca me convencieron. Hoy, después de leer a Ortega, ratifico mi convicción. ¿Ustedes qué piensan?