Laborando en el Departamento de Colonos del Banco Agrícola, se produjo el ajusticiamiento de Trujillo en 1961. El consejo de Estado creó la Corporación Azucarera Dominicana y todo lo relativo a los ingenios que de alguna manera manejaba el Banco Agrícola se transfirieron a la industria azucarera estatal, incluyendo el personal que allí laboraba. Así llegamos a la CAD que luego se convirtió en CEA.
Durante el Consejo de Estado ciertos sectores quisieron desaparecer el Departamento de Colonos. En el Gobierno de Bosch, igualmente, se realizaron esfuerzos para liquidarlo, pero no lo lograron. Durante el Triunvirato, se dispersó el departamento distribuyéndolo en varios ingenios. Dejando en el CEA una pequeña oficina que, aunque no se quiera admitir, el control que antes se tenía, desapareció.
La labor fundamental de dicho departamento era financiar a los colonos o productores de caña de azúcar, por medio de financiamientos refaccionados. Mediante documentos compromisos del Central o Ingenio Azucarero correspondiente, de adquirir la caña producida por los colonos. Informándolo, antes al Bagrícola que luego pasó al CEA. Para, a la hora de la liquidación, determinar si tenían saldos a favor.
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A los colonos se les daban refacciones o avances para las labores agrícolas, corte y acarreo, en función de su capacidad de producción y de una proyección de acuerdo al precio estimado por tonelada. Pero, al mismo tiempo, nuestra misión estribaba en controlar a los que realizaban los pagos a los colonos, pues había quejas de que no les llegaban las refacciones completas. Muchas veces teníamos que ir personalmente a los lugares de pagos, a caballo, mulo y hasta en cigüeña por vía férrea. Esa labor nos creó desde temprano una mentalidad fiscalizadora.
En el Departamento de Colonos del CEA se produjeron situaciones que crearon desavenencias, producto de que no compartíamos la forma en que se quería manejar algunos asuntos. Algunos casos llegaron a las más altas instancias. En esas funciones se produjeron casos o anécdotas que de alguna manera pueden explicar algunos comportamientos propios de nuestra manera de ser.
Alrededor del año 1979, por razones particulares que obligó la ausencia por un tiempo del director ejecutivo del CEA, el presidente Antonio Guzmán me designó interinamente en esa posición. Pero quedé presidiendo y coordinando la Comisión de Recuperación de Tierras del CEA en manos de particulares. Acompañado de una prestigiosa comisión de la que he escrito.
En el CEA había funcionarios que eran al mismo tiempo colonos de caña, incluso en terrenos propiedad de la empresa estatal. Por lo que le pusimos presión. Al igual que a militares que poseían terrenos del CEA. Eso provocó escarceos con algunos acostumbrados a mañas viejas. Al extremo de que en uno de los principales periódicos de circulación nacional se publicó un comunicado calificándome de: QUICO EL MALO. Que por supuesto era yo.
Ese comunicado llamó la atención del Consejo del CEA y del propio presidente Guzmán, quien en una reunión preguntó lo que ocurría. Yo le dije: Don Antonio, según aprendí, eso es producto de incompatibilidad de ideas y metodologías. Ese episodio lo recordará mi querido y entrañable amigo de toda la vida Hipólito Mejía, que además de ministro de Agricultura era miembro del Consejo de Directores.